Museo de La Revolución

En septiembre de 2007, Torreón celebró sus primeros cien años como ciudad. Se vistió de fiesta y Centenario de Torreón – una asociación civil constituida para los festejos– pidió al gobierno de Coahuila un museo donde se recordará La Revolución y su impacto en la vida y el desarrollo de la ciudad.

Parte importante del trabajo consistió en el rescate de esta hermosa edificación de principios del siglo XX.  El chalet Lim, como se le conoció, fue construido por el Dr. J. Wong Lim, médico de origen chino que se asentó en Torreón a fines del siglo XIX. Adquirió el  terreno en 1905. La quinta fue construida entre 1906 y 1911.  Como la propiedad era extensa una parte del terreno fue rentado como huerta a algunos de sus compatriotas. Cuando las tropas maderistas tomaron la ciudad en 1911 el chalet y sus moradores sufrieron el asedio. Aquellos días culminaron –según lo han documentado algunos investigadores– con el asesinato de 303 miembros de la colonia china.

La empresa Construcciones y Promociones de La Laguna fue la encargada de la restauración de la casona. Los trabajos iniciaron el 1 de junio. Restaurar una edificación de cien años no fue tarea sencilla. Había estado durante 60 años habitada por la familia Berlanga Valdés, quien la vendió al empresario lagunero Ramón Iriarte, quien a su vez la donó para que se convirtiera en museo.

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El objetivo fue restaurarla lo más fielmente posible y a la vez adecuarla para su nueva función. Se retiraron los muebles empotrados, se repusieron los pisos de madera y las tejas que forman la techumbre del chalet del mismo material.

Mientras tanto, el arquitecto Pedro Morúa y su equipo transformó la información en hermosos gráficos, cédulas, proyecciones e interactivos que hicieran lúdica e interesante la visita al Museo. Fue inaugurado el 2 de octubre de 2007 con la presencia del gobernador Humberto Moreira Valdés.

 

II.- El acervo.

El Museo cuenta con una rica colección de objetos de la época, la mayor parte donados por el Dr. Manuel Terán Lira, director del museo de la Casa Colorada, quien a lo largo de 20 años formó una colección de piezas ligadas a La Revolución, regalo de personas de la localidad. El acervo lo componen también algunas piezas adquiridas o donadas y objetos prestados por algunos coleccionistas.

Entre las piezas más relevantes están un fusil tipo Mauser de 1903, que perteneció al ejército federal, un par de polainas o mitazas de cuero, la máscara mortuoria de Francisco Villa, varias carabinas 30-30 y un cañoncito de montaña, probablemente hecho en los talleres locales del ferrocarril.

III.- Guión.

La llegada del Ferrocarril Central Mexicano a la comarca lagunera en 1883  convirtió a la antes desolada región en la principal productora de algodón, así como en centro fabril e imán de inmigración tanto nacional como extranjera. De todo el mundo llegaron inversionistas y aventureros y pronto Torreón se convirtió en el tercer nudo ferroviario más importante del país.  El rápido crecimiento de La Laguna, motivo de orgullo para el gobierno de Porfirio Díaz, la convirtieron en el escaparate donde se exhibía la modernización que había cambiado el rostro de México.

El algodón, la minería y el guayule fueron los tres motores del auge regional. A principios del siglo XX, Torreón era el centro mundial del procesamiento del guayule. En un año, se embarcaron hacia Estados Unidos más de un millón de dólares en lingotes de oro. El rápido crecimiento económico y la necesidad de mano de obra permitían a los trabajadores agrícolas de la región recibir un jornal mayor al que obtenían en el resto del país.

Pero la prosperidad no fue equitativa y se produjeron profundas tensiones sociales y políticas entre los grupos que formaban la élite y los trabajadores, según afirma el historiador Friedrich Katz. En 1908, en Velardeña, Durango y en Viesca, Coahuila acontecieron levantamientos que, a pesar de ser rápidamente sofocados, hacen evidente aquella efervescencia social.

Su ubicación geográfica le abrió el camino del progreso, y en los días de la revolución el cruce de los ferrocarriles la convirtió en paso obligado para quienes iban hacia el norte o hacia el sur, ya fueran refuerzos federales camino de Chihuahua o las tropas revolucionaras en pos de la Ciudad de México. Además, para personajes como Villa fue vital el control de la ciudad porque quien se hacía de ella se agenciaba grandes recursos económicos que arrebataba a la élite financiera local.

La región lagunera vivió como pocas los avatares revolucionarios. Y el museo nos lleva a conocer parte de la historia que convulsionó a nuestro país a partir de 1910 y que culminó con la Constitución de 1917.

 

Silvia Castro Zavala

Directora Museo de la Revolución Torreón