El último “teenager”

El siglo en el que vivimos alcanzó ya la mayoría de edad en el nuevo milenio, deja de ser “teenager” cuando el próximo 2019 vea su fin. Nuevos finales y nuevos comienzos se acercan al terminar un ciclo. Este fin de año al igual que al inicio del año 2000, muchos nos hicimos propósitos de cambio y de transformación que coincidían de manera mágica con el fin año, de siglo y de milenio, ¡vaya suceso que nos tocó vivir a quienes nacimos el siglo pasado!

A los dieciocho simbólicamente se asumen nuevas obligaciones, responsabilidades y preocupaciones en las que hay que avenirse al trabajo y desarrollo creativo, disfrutando de la juventud pero a la vez asumiendo una nueva etapa y a los diecinueve y conforme avanza el tiempo, se refrenda la alegría de crecer y de ser una persona cuya identidad de conforma ya no por los padres, sino de manera autogestionada, auto sustentable y auto suficiente…o al menos estos son objetivos que como seres humanos debemos alcanzar en la adultez. ¿Y qué estamos haciendo en el nuevo siglo como adultos?, ¿Conocemos nuestros propios recursos?, ¿Somos conscientes? ¿Vamos a empezar un año más con propósitos que seguramente serán nuevamente postergados?

¿Quién no se ha propuesto adelgazar, dejar de fumar, dejar de relacionarse con tal o cual persona, ir a ciertos lugares…y no cumplió una vez más? Me incluyo entre las personas cuyos propósitos de año nuevo van quedando en el olvido conforme avanzan los días del calendario del nuevo año, que a su vez pierde poco a poco lo nuevo para convertirse en lo cotidiano. Pareciera que, en el sentido de cumplir, todos nos quedamos en la adolescencia y nos disculpamos unos a otros y a nosotros mismos por la inmadurez de las promesas olvidadas.

Un síntoma de los tiempos es la desesperanza y la apatía, que conducen a la tristeza y a la depresión. Según la Organización Mundial de la Salud en su informe de marzo del 2018, esta es una importante causa de problemas de salud y discapacidad en todo el mundo, afecta ya a más de trescientos millones de personas, ocupa el segundo lugar en las causas de suicidio entre los dieciocho y los veintinueve años y será el padecimiento que causará mayores consecuencias en los próximos años. Estar deprimido cada día será más frecuente entre las personas y será un tema que se abordará más a profundidad en los círculos tanto sociales como económicos y médicos relacionados a todas las edades y etapas del ciclo vital.

Numerosas causas se asocian a este padecimiento, entre ellas, Erik Erikson afirma que, para avanzar de una fase a otra en la vida, es necesario resolver crisis propias de la etapa en la que se transita. Así las cosas, la vida se complica porque el simple hecho de vivir representa ya para este autor, compromisos de resolución propios de la existencia individual y no se diga del sistema familiar.

En su libro “Reinventarse” Mario Alonso Puig insta a ser consciente, a no postergar el acto de hacer un recuento y de modificar hábitos, costumbres, tradiciones y hacer cosas nuevas que impliquen asumir un riesgo, recordando que es precisamente el aventurarse una de las acciones y decisiones que ha permitido mayores descubrimientos, innovación, mejora y desarrollo individual y social a lo largo de la historia de la humanidad y que el estrés favorece el desarrollo de resiliencia, el crecimiento post traumático y la movilización de las respuestas autonómicas en aras de la sobrevivencia.

En este siglo aún adolescente, se ha descubierto que el cerebro humano tiene la capacidad de regenerarse a nivel celular, es decir que las neuronas sí se reproducen y además se readaptan. La neuroplasticidad afirma que somos capaces de aprender y de superarnos a nosotros mismos sin importar la edad, las circunstancias y los problemas a los que nos veamos enfrentados, aún cuando estos sean los peores y más difíciles. La capacidad humana rebasa las expectativas y cualquier predicción y demuestra cada día que gracias al potencial contenido en el ADN y que es susceptible de ser desarrollado y acrecentado a lo largo de la vida, el hombre puede sobrevivir a las peores catástrofes contando aún con la capacidad para renacer, ser feliz y florecer.

Con todo ese potencial literalmente milenario, ¿cómo es posible entonces que seamos así de apáticos, desganados y posterguemos lo que nos proponemos?, ¿tenemos acaso la seguridad de que cuando lo intentemos será tan fácil que lo vamos a lograr?, ¿se nos va la vida sin intentar porque en el fondo sabemos que, si nosotros no cumplimos y no realizamos nuestros sueños, llegará una nueva generación y lo hará?, ¿Cuándo logramos algo inalcanzable, será acaso que nuestro triunfo representa el sueño de muchas generaciones anteriores, que desearon lo que ahora es real y lo postergaron en su tiempo?

Estas preguntas me llevan a la reflexión sobre si incluso la depresión se traslada de generación en generación y con esta herencia se pasa a los hijos incluso la posibilidad de sanar y romper con la cadena de sufrimiento y tristeza que este padecimiento representa. La trasgeneracionalidad es un hecho estudiado por la terapia sistémica, en la que las heridas y patrones repetidos de unos a otros en el árbol genealógico se identifican, hacen conscientes y sanan cuando las personas así lo deciden iniciando un proceso terapéutico de fondo. Cambiar es posible cuando se decide, pero es real cuando se trabaja, por lo que llegamos nuevamente a los propósitos y al alcance de la madurez en la consecución de metas.

¿Por dónde empezar?, como terapeuta recomiendo asumir retos realistas, alcanzables y medibles que pueden ser muy sencillos y ejecutables a corto plazo, de forma que la persona se perciba exitosa y capaz de asumir retos que pueden ir de menos a más, y provean un disfrute y una renovación constante de la motivación. De esta manera sugiero que los propósitos sean muy pocos, quizá solamente uno sea suficiente y deba cumplirse en la primera semana del mes de enero, nada más, hasta ahí, ya que el siguiente reto se visualizará cuando se haya alcanzado el primero y así sucesivamente.

Vivir en el presente requiere estar presente y asumir lo mejor de cada instante, evitando adelantar preocupaciones por cosas que tendrán su propio tiempo y espacio.

De esta forma se puede plantear para el último de los años de adolescencia de este siglo, -aún teenager-, un reto ambicioso en lo general, dosificado en pequeños y realistas metas a corto plazo en lo particular, cuyo alcance y logro serán sumamente motivadores y podrán anteceder al alcance de la madurez al inicio del 2020, cuando se inicie una nueva década, una nueva etapa y se asuman también nuevos retos. Cuidar los pensamientos y las emociones, gestionarlos y prevenir y fortalecer la salud desde el aquí y ahora, es una tarea responsable y una elección posible. ¿te animas a empezar?

 

Lo que la oruga llama el fin, el resto del mundo le llama mariposa. Lao Tse

Aurora Luna Walss,