Depresión en adolescentes y las redes sociales
Lic. Irma Isabel Núñez Aragón
Hace unos días se me acercó una madre de familia con su hija de aproximadamente 7 u 8 años y me habló de la situación académica de su otro hijo, un adolescente. En la charla, la señora abordó sus problemas maritales y casi para terminar la conversación me comentó que en unos días me llamaría desde el celular de su hija.
Ella seguía hablando y yo lo único en lo que podía pensar era en que ¿por qué una niña de 7 u 8 años tenía un celular?, ¿en qué utiliza una niña un celular, ¿existirá restricción de uso por parte de la madre? La madre me comentó que en casa se daban situaciones de violencia y que estaba separada de su esposo, seguramente esa pequeña no tenía en esos momentos una estabilidad emocional y el acceso a un aparato posiblemente le servía como escape a la realidad que estaba viviendo y, de igual manera, me daba respuesta a lo que sucedía con su otro hijo adolescente en la escuela.
Fue ahí cuando empecé a cuestionarme lo que vivimos día con día. ¿Cuántos niños o jóvenes están pasando por una situación similar?
La realidad es que hay varias generaciones de jóvenes que han crecido acompañados de la tecnología, que los han enseñado a socializar por medio de un celular, una computadora o una tableta, y no cara a cara.
Actualmente los jóvenes tienen un fácil acceso a este gran mundo de las redes sociales, las cuales muchas veces presentan una realidad alterna y enseñan estándares de belleza o estilos de vida específicos, que, al no cumplir con ellos, te rechazan como parte de su “sociedad”.
Pero, ¿qué pasa con todos estos jóvenes que son rechazados por su círculo o que no tienen una estabilidad emocional debido a que lo que ocurre en su círculo más cercano, y lo único que conocen, es la “realidad” que les presentan las redes sociales?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que las enfermedades mentales acortan la esperanza de vida de 10 a 20 años, y no solo afectan a la persona que lo padece sino a los que están en su entorno inmediato.
La depresión destaca entre las enfermedades mentales; cifras de la OMS establecen que es padecida por el 4% de la población. En México, ocupa el primer lugar de discapacidad en mujeres y el noveno en hombres.
El INEGI documentó que 34.85 millones de personas se han sentido deprimidas, de las cuales 14.48 millones son mujeres y 20.37 millones son hombres. Si hablamos específicamente por edades, en 2017 se documentó que 11,5362 niños y jóvenes entre 7 y 14 años de edad se han sentido deprimidos diariamente, y 413,180 jóvenes entre 15 y 29 años de edad de igual manera viven con depresión.
La depresión se caracteriza por un sentimiento de tristeza, se pierde el interés en las actividades diarias o de placer (como ir a la escuela, asistir a reuniones con amigos o familiares, practicar algún deporte), sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos de sueño o de apetito, cansancio o falta concentración y, en una condición limite, este padecimiento puede conducir al suicidio.
La depresión en adolescentes es aún más complicada que en un adulto debido a que se encuentran en una etapa de transición entre la niñez y la adultez en donde existen grandes cambios biológicos, psicológicos y sociales, pues el adolescente se enfrentará a grandes retos, nuevas tareas de desarrollo, pero, sobre todo, tendrá que adaptarse a estos cambios fisiológicos y anatómicos que se relacionan con el incremento hormonal.
Es importante no confundir la normalidad con lo habitual o la frecuencia. En la adolescencia es usual que los jóvenes estén irritables o que se alejen de la familia debido a todos los cambios por los cuales están pasando en su búsqueda de autonomía y de identidad, sin embargo, si se sobrepasan esos aspectos llegando al punto de no tener amigos, aislarse por completo o ser sumamente agresivos, nos están alertando de que no es simplemente una etapa del desarrollo y podríamos hablar de algún trastorno, pues el joven ya no estaría actuando de una manera normal.
Es necesario entender que los adolescentes, con la finalidad de ir formando su identidad, suelen buscar figuras con las cuales identificarse. Quieren pertenecer a algo, se aventuran y suelen ser impulsivos. Existe un fenómeno de desarrollo específicamente en la adolescencia llamado “Poda Neuronal”, se da en la parte frontal del cerebro y empieza a perder conexiones que son responsables de controlar el razonamiento, la toma de decisiones y las emociones. Es por eso que los adolescentes se prestan a cumplir ciertos retos que hemos visto en redes sociales y que la mayoría de las veces son peligrosos para su vida, con el fin de quedar bien con alguien o pertenecer a cierto grupo social.
Ahí es cuando nos damos cuenta de que, en la actualidad, uno de los factores importantes que generan depresión en los adolescentes es esta búsqueda de pertenecer a un grupo, y son las redes sociales en donde encuentran información de lo que pasa a su alrededor, de cómo vestirse, hablar, bailar, de cómo actuar con los demás, incluso enseñan cómo se debe vivir en pareja o qué hacer cuando se termina una relación. Este es el mundo de gran parte de los adolescentes, disponible las 24 horas del día, donde lo trivial y lo impersonal va configurando su vida.
Muchas veces esa información es errónea o no es sana para un adolescente que está en una etapa de cambios constantes, y termina siendo una paradoja porque se pierde esta búsqueda de identidad en la que tanto se ha luchado, generándole al joven un sentimiento de tristeza y vacío emocional incluso llegando a una depresión que, si no es tratada en tiempo y forma, dan pie a que aparezcan los pensamientos suicidas que pueden ser una alternativa a seguir.
No obstante las redes sociales no son del todo negativas dado que vivimos en una generación en la cual estamos acompañados diariamente de ellas y nos han facilitado enormemente la vida en muchos aspectos, es ahí en donde entra el trabajo de los padres: educar a los hijos para que tengan conocimiento de lo trascendente que es su propia vida, darles la seguridad necesaria y una buena autoestima para diferenciar que existen situaciones, personas, incluso cosas, que pueden ser peligrosas para ellos.
Ayudémosles a nuestros jóvenes a enfrentar sus problemas, a que tengan confianza en nosotros y a que nos puedan decir cuando algo o alguien los molesta y manifiesten sus incomodidades. Enseñemos a nuestros hijos a utilizar las redes sociales de una manera positiva y sana para su vida.
INEGI (2017). Salud y Seguridad Social. https://www.inegi.org.mx/app/tabulados/interactivos/default?px=Mental_03&bd=Salud
Organización Mundial de la Salud. (3 de octubre de 2019). Salud Mental. Obtenido de Organización Mundial de la Salud: https://www.who.int/es/news-room/facts-in-pictures/detail/mental-health