Cómo aprender a vivir sin miedo

Cómo aprender a vivir sin miedo

Hola, queridos lectores. Me encuentro aquí nuevamente compartiéndoles acerca de un tema importante para tratar de seguir creciendo y desarrollándonos como seres humanos que somos. Espero, de todo corazón, que esto que escribo les ayude.

Primeramente, reflexionemos sobre la definición o la percepción que tienen algunos de lo que es el miedo:

  1. Sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario.
  2. Sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea.
  3. Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta en todos los animales, lo que incluye al ser humano. 
  4. Desde el punto de vista biológico, el miedo es un esquema adaptativo y constituye un mecanismo de supervivencia y de defensa, surgido para permitir al individuo responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia. En ese sentido, es normal y beneficioso para el individuo y para su especie.
  5. Desde el punto de vista neurológico es una forma común de organización del cerebro primario de los seres vivos, y esencialmente consiste en la activación de la amígdala, situada en el lóbulo temporal.
  6. Desde el punto de vista psicológico, es un estado afectivo, emocional, necesario para la correcta adaptación del organismo al medio, que provoca angustia y ansiedad en la persona, ya que la persona puede sentir miedo sin que parezca existir un motivo claro.
  7. Desde el punto de vista social y cultural, el miedo puede formar parte del carácter de la persona o de la organización social. Se puede por tanto aprender a temer objetos o contextos, y también se puede aprender a no temerlos, se relaciona de manera compleja con otros sentimientos (miedo al miedo, miedo al amor, miedo a la muerte, miedo al ridículo) y guarda estrecha relación con los distintos elementos de la cultura.

El miedo produce cambios fisiológicos inmediatos:

Se incrementa el metabolismo celular, aumenta la presión arterial, la glucosa en sangre y la actividad cerebral, así como la coagulación sanguínea.

El sistema inmunitario se detiene (al igual que toda función no esencial), la sangre fluye a los músculos mayores (especialmente a las extremidades inferiores, en preparación para la huida) y el corazón bombea sangre a gran velocidad para llevar hormonas a las células (especialmente adrenalina). También se producen importantes modificaciones faciales: agrandamiento de los ojos para mejorar la visión, dilatación de las pupilas para facilitar la admisión de luz, la frente se arruga y los labios se estiran horizontalmente.

Las religiones monoteístas evidencian un tipo de miedo religioso, el temor de Dios y cada una, desde el judaísmo hasta el islam, ha desarrollado su particular teología al respecto. Es de destacar que ciertas religiones recurren a adoctrinar en el periodo de aprendizaje infantil con amenazas de sufrimiento infinito y eterno si no se cree en sus postulados y si no se cumplen sus normas. Otras religiones, como el budismo, se fundamentan directamente en la necesidad de evitar el dolor y el sufrimiento, y por tanto, de manera indirecta, tienen una especial relación con el miedo. En el cristianismo, el miedo está relacionado con el comportamiento de un individuo y la conciencia.

Y así podemos observar que a lo largo del tiempo y paso de los años siempre estaremos rodeados de temores, así que, el miedo forma parte de nuestras vidas. El miedo puede salvarnos de situaciones en peligro porque pone en alerta y activa nuestro sistema nervioso, en cambio cuando el miedo nos paraliza, nos lleva a la inacción, a no movernos del lugar que nos está provocando ese miedo, nos provoca no actuar y es cuando puede perjudicarnos física, mental o emocionalmente.

Algo que nos puede ayudar a vencer ciertos miedos es admitir a qué le tememos y cuáles son nuestras fobias, así, reconociéndolas y expresándolas, podrás darte cuenta de que tal vez no son tan importantes o tan significativas en tu vida. Esto nos acercará a su origen para poder manejarlo conscientemente.

Por otra parte, hablar de tus temores sin tapujos, compartirlos con los demás, te hará sentirte mucho mejor y tal vez encontrarás una solución rápida o fácil.

Tendemos a tener muchos pensamientos negativos al día. La mayoría pertenecen a situaciones que ya ocurrieron o a las que todavía están por suceder. En estas últimas el miedo es el detonante: aquello que nos asusta se cuela en nuestra mente con bastante frecuencia. Pero la realidad es que la posibilidad de que aquello que tanto tememos finalmente ocurra es muy, muy pequeña.

El mejor recurso contra el miedo es la seguridad en uno mismo, esto se consigue si cultivamos nuestra autoestima, si apreciamos nuestras cualidades y nos queremos un poquito.

Un ejemplo: el miedo al fracaso llega cuando nos centramos en nuestras debilidades en lugar de en las virtudes. Y la única manera de superarlo es convencernos de que somos capaces y de enfocarnos en el presente y en lo que queremos para nosotros mismos.

Vivir sin miedo no es posible, el miedo es necesario, pero superar el miedo que nos impide avanzar, el que nos bloquea, es una de las mejores formas de crecer como personas y de alcanzar una vida más plena. 

Básicamente, la principal función del miedo es avisarnos de un peligro para poder ponernos a salvo. El miedo nos permite ser conscientes de que existe un riesgo. Su mecanismo de base es bastante sencillo: nuestros sentidos captan diferentes señales del medio y estas son procesadas, fundamentalmente, por el sistema límbico. Si este considera que existe un peligro potencial, desencadena una serie de reacciones fisiológicas que nos permitirán actuar en consecuencia y en cuestión de pocos segundos.

También se conoce que el miedo está íntimamente vinculado a las conexiones nerviosas que discurren entre la amígdala y el cíngulo anterior. La amígdala es la principal responsable de revisar toda la información proveniente del medio en la búsqueda de algún peligro, mientras que el cíngulo anterior estaría vinculado a un procesamiento más racional de esas emociones, por lo que actuaría como un filtro que modera nuestra respuesta de miedo. Cuando la comunicación entre ambas regiones resulta afectada, las personas sienten más temor y responden de manera exagerada ante los estímulos del medio.

A lo largo de nuestra vida enfrentamos diferentes situaciones cargadas de incertidumbre que nos provocan miedo. Así vamos desarrollando miedo al fracaso, miedo al rechazo, miedo a las pérdidas, miedo a la muerte y, sobre todo, a los grandes cambios.

Estos temores se convierten en una barrera que nos impide vivir plenamente. De hecho, el miedo nos obliga a mantenernos en nuestra zona de confort y no nos permite avanzar y desarrollarnos, limita nuestras metas y nuestras acciones, nos mantiene bloqueados.

De esta forma, el miedo nos paraliza al sabotearnos y convertirnos en personas inseguras que abandonan sus proyectos mucho antes de comenzarlos.

En estos casos el miedo deja de ser un mecanismo de alerta ante los posibles peligros para transformarse en una actitud ante la vida que sesga nuestro crecimiento.