El Guadalupanismo en la Memoria Histórica de México

El Guadalupanismo en la Memoria Histórica de México

Por: José Miranda Esparza

Guadalupanismo. Nos referiremos a este concepto como el fenómeno de identidad cultural que ha integrado y guiado emocionalmente a las distintas generaciones de novo-hispanos y mexicanos desde principios del siglo XVI y hasta la actualidad en el siglo XXI.

Por principio entendamos que, durante la época prehispánica, esto es antes de la Conquista Española, el inmensoterritorio que ahora constituye nuestro país era un gigantesco mosaico cultural en el que se hablaban diversidad de lenguas, con variadas tradiciones, religiones y costumbres. Eran esencialmente civilizaciones teocráticas, regidas en buena parte por la religión, que veneraban todo tipo de deidades, algunas asociadas con las fuerzas de la naturaleza como el sol, el viento, el fuego, el huracán, la agricultura, las flores, etc., otras que tenían que ver con los astros, el inframundo, la guerra, etc. Pero entre todo ese orden espiritual destaca la devoción que los pueblos sentían por la protección y amor de una figura materna que siempre los acompañaba en los momentos más difíciles, así como cuando un niño se refugia en los brazos de su madre pues le asusta el estruendo de un trueno o el cegador resplandor de un rayo.

Al producirse la Conquista Militar de Mesoamérica, a partir de la caída de México-Tenochtitlan en 1521, detrás de ella vino una traumática Conquista Espiritual, en la que la ideología del cristianismo fue impuesta en las comunidades americanas como la “verdad oficial” de la nueva visión del mundo. Los antiguos templos mesoamericanos fueron destruidos y sus ídolos destrozados o decapitados y con esas mismas piedras, y a veces sobre la misma base de la pirámide, fueron construidos los templos en los que en lo sucesivo se honraría al “dios verdadero”: ese proceso de cambiar por la fuerza un sistema de creencias por otro lo conocemos como Sustitución Cosmogónica.

Se fomentó la veneración a la Virgen María a través del Santo Rosario, pero junto con ello se acrecentó, ante ese heterogéneo grupo de pueblos distantes, el reconocimiento de la nunca olvidada madre indígena común, existente en su tradición de siglos incluso mucho antes de la llegada de los europeos, pero aparecida físicamente al indígena Juan Diego en el cerro del Tepeyac el 12 de diciembre de 1531… según lo narra la crónica del Nican Mopohua. Los mexicas le llamaron Tonantzin, que significa “nuestra madrecita”. Este fenómeno llegó a ser tan grande que prácticamente constituye el primer gran elemento integrador del nacionalismo mexicano. La iglesia tardó varios años en reconocer oficialmente el “Milagro Guadalupano” y podría decirse que se lo hizo ante la presión de que aquel sentimiento popular se había convertido ya en un fenómeno de culto profundo, al grado de que su simple negación podría poner en riesgo los avances logrados por la evangelización.

La fe católica cobijó a la Colonia de la Nueva España que duró tres siglos, de 1521 hasta 1821, en cuyo lapso se unió a criollos, mestizos, indígenas y castas en torno a esa madre morena americana que representaba los valores y los valores de pertenencia del Nuevo Mundo. Pero en 1810 se produjo la Conspiración de Querétaro, que llamó al pueblo a pelear por su libertad, fue entonces que el Estandarte Guadalupano fue tomado del Santuario de Atotonilco Gto. como bandera de lucha por parte de Miguel Hidalgo y sus seguidores, en tanto que los peninsulares españoles se aferraban a una madre rubia con rasgos europeos y con corona monárquica llamada Virgen de los Remedios. Por el uso de ambos estandartes religiosos en los ejércitos combatientes al inicio de la Guerra de Independencia, la etapa de Hidalgo ha sido denominada por los historiadores como “La guerra de las Vírgenes”.

Para 1821 México nació como un país independiente, asumió la forma de un Imperio y tenía una religión oficial, la católica. Posteriormente se transformó en República y esa misma condición religiosa se confirmó en la Constitución Federal de 1824. Con los gobiernos liberales y más propiamente a partir de la Constitución de 1857, el país se transformó en un estado laico, de manera que la religión dejó de estar presente en los actos de gobierno. No obstante, el Estandarte Guadalupano volvió a aparecer como bandera en la Guerra de Reforma por parte del bando conservador. Posteriormente estuvo presente en la Revolución Maderista en manos de los combatientes campesinos que peleaban en contra de la dictadura. Finalmente volvió a ser bandera de lucha en la llamada Guerra Cristera de 1926-1929 por parte de los rebeldes campesinos que se habían sublevado contra el gobierno de Plutarco Elías Calles y sus leyes anticlericales, sólo por citar algunos casos. La separación de los asuntos del estado y los de la iglesia ha sido una realidad desde entonces, pero las demostraciones de afecto popular hacia la Virgen de Guadalupe nunca se han interrumpido ante ninguna circunstancia, a vista de todos y aun en los momentos de clandestinidad.

Podríamos pues asegurar, históricamente hablando,que los novohispanos o premexicanos fueron primero guadalupanos que mexicanos. Así las cosas, en el siglo XXI nuestro país ya es una nación laica con libertad religiosa, pero con todo eso el Guadalupanismo sigue teniendo tal arraigo “no oficial” al grado de que prácticamente no hay ninguna ciudad o pueblo de México en el que no se festeje el 12 de diciembre (el Día de la Virgen María de Guadalupe), como una fiesta de la comunidad, en muchos casos con “danzas prehispánicas”,  peregrinaciones, reliquias, verbenas populares, ofrendas florales, rosarios y hasta transmisiones de “mañanitas en vivo” por el sistema nacional e internacional de televisión, así como de Internet. Pero no sólo se le festeja en México, recibe un tributo especial en el Estado Vaticano, es festejada en diversos lugares de Latinoamérica y en varias ciudades de los Estados Unidos, en donde muchos de los 60 millones de hispanos y de los 36 millones de mexicanos que ahí radican viven con intensidad su fe convertida en fiesta popular. Por ese motivo, la Virgen de Guadalupe ha sido nombrada por la vox populi como La Reina de América.