Efecto ambiental del Coronavirus.

Efecto ambiental del Coronavirus 

“Cubrebocas desechables, guantes y productos desinfectantes, que nos protegen de la propagación de la COVID-19, terminan en las calles, en los mares y en la naturaleza”.

Por: Morita Salas

La situación actual deja la problemática del medio ambiente en un plano muy secundario, es evidente que la mayor preocupación a nivel mundial es vencer a la COVID-19 evitando más muertes y nuevos contagios. Sin embargo, no debemos olvidar que la contaminación por plásticos es uno de los principales problemas ambientales del planeta. 

El parón de las actividades económicas debido a la cuarentena mundial nos ha proporcionado buenas noticias a nivel ambiental: el saneamiento de la capa de ozono y la mejora de la calidad del aire y de las aguas. Sin embargo, también se ha observado un incremento en la producción y consumo de material plástico, sobre todo de usar y tirar. Este aumento se da tanto en el uso hospitalario como en el uso doméstico y probablemente irá en aumento a medida que avance el desconfinamiento de los ciudadanos.

La epidemia de coronavirus trajo consigo el incremento de residuos infecciosos, desde gasas y cubrebocas, hasta jeringas y fluidos que pueden poner en riesgo a quien esté en contacto con ellos. 

El COVID-19 en México ha originado, hasta al momento, alrededor de 2 mil 700 toneladas de Residuos Peligrosos Biológico-Infecciosos (RPBI) de aquellos clasificados como no anatómicos. Estos han sido generados por pacientes contagiados en el país, de acuerdo con lo estimado por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT).

Estos desechos son parte de los residuos peligrosos biológico-infecciosos (RPBI), generados principalmente por hospitales, así como por laboratorios.

Entre los RPBI no anatómicos se encuentran los desechables contaminados con residuos peligrosos, como gasas, guantes, cubrebocas, hisopos, tubos de muestras sanguíneas y batas. Se calcula que cada enfermo de COVID-19 produce al día un promedio de 2 a 2.2 kilos de residuos considerados como peligrosos.

También ha aumentado el consumo de otros plásticos desechables, como bolsas, botellas de agua, recipientes para enviar comida a domicilio o embalajes del comercio por internet. La pandemia está cambiando muchos de nuestros hábitos cotidianos, pues optamos por el uso de bolsas de usar y tirar en lugar de las bolsas reutilizables, por miedo a que estas últimas se hayan podido contaminar. Todo el material plástico se desecha, sobre todo al saber que el coronavirus puede permanecer de dos a tres días en el plástico.

Cubrebocas

El Gobierno recomendó a los ciudadanos el uso de cubrebocas para salir a la calle o acudir a supermercados y farmacias. Esta misma recomendación se ha extendido por todo el mundo, por lo que miles de millones de personas están utilizando mascarillas de plástico, o de tela, que además son de un solo uso.

La demanda de cubrebocas se ha incrementado de forma exponencial. En tan solo un mes, China exportó más de 4 millones de cubrebocas y, desgraciadamente, miles de cubrebocas se han desechado de manera inconsciente. Ahora bien, un cubrebocas promedio tiene un peso aproximado de 30 a 150 gramos, dependiendo del modelo y las capas que incluya. Si cada mexicano labora en promedio 5 días por semana y usa un cubrebocas por día, estaría desechando en promedio medio kilo de cubrebocas cada semana. Esto sumado a los más de 8 kilos que produce cada persona de manera semanal, ya que cada mexicano genera aproximadamente 1.2 kg de basura al día.

Lamentablemente, ya se han empezado a ver mascarillas flotando en las playas lo cual es el indicativo de una mala gestión de este residuo.

También cuando salimos a la calle utilizamos otros artículos sanitarios de un solo uso como guantes, geles hidroalcohólicos o toallitas desinfectantes. Después de su utilización, deben ir al contenedor común, por lo que tampoco entrarán en el círculo de reciclaje.

Residuos por COVID-19: ¿Qué se hace con ellos y a dónde van?

Todos los residuos tóxicos que se recolectan de los hospitales y laboratorios son recogidos por empresas que se dedican especialmente a esta actividad, y que están avaladas por la SEMARNAT con los permisos necesarios para la recolección de dichos residuos. De no manejarse adecuadamente estos residuos, no sólo causaría un daño a la salud, sino también al medio ambiente.

El subsecretario López-Gatell insistió en que todo material que se usa en la atención de personas con COVID-19 debe considerarse de riesgo, y que para su tratamiento “existen protocolos técnicos, no es un protocolo específico de COVID ni es específico del IMSS, hay lineamientos técnicos formalmente establecidos”. 

Sobre este tratamiento, el funcionario también detalló que “generalmente las unidades de salud contratan a empresas privadas que son especializadas precisamente en la recolección, disposición y desaparición de los RPBI”.

Según la norma oficial, las empresas contratadas por hospitales o por el gobierno deben cubrir con disposiciones de: identificación, envasado, almacenamiento temporal, recolección y transporte externo, tratamiento, y disposición final.

¿Quemarlos o enterrarlos? 

La norma mexicana establece 5 categorías de residuos peligrosos biológico-infecciosos (RPBI): sangre y sus componentes en forma líquida; cultivos y cepas de agentes biológico-infecciosos; patológicos; no anatómicos, y objetos punzocortantes.

De estos, solo los residuos patológicos deben ser incinerados o inhumados”, en caso de ser enterrados, deben realizarse en lugares autorizados por la propia Secretaría de Salud, según las normas vigentes. 

En los residuos patológicos entra la mayoría de los desechos que los hospitales están generando en la epidemia de COVID-19, pues contemplan los recipientes que contengan sangre; todo material de curación y con líquidos corporales; materiales desechables que puedan contener agentes infecciosos (como los cubrebocas), así como objetos punzocortantes.

El plástico

El plástico es un material imprescindible para los equipos de protección individual (EPI) del personal sanitario. Las mascarillas que utilizan, las denominadas FPP, tienen un material filtrante constituido por un entramado de fibras plásticas que retiene los virus.

Además de las mascarillas, otros EPI también hechos de material plástico son los guantes, las batas impermeables, las gafas y viseras y las pantallas protectoras faciales. Pero el uso de material plástico en los hospitales no se reduce a los EPI. Incluye también diversas piezas para equipos médicos, como respiradores y ventiladores, jeringas de policarbonato, tubos médicos de PVC, bolsas de sangre entre otros. 

Todos estos residuos no pueden ser reciclados y su destino será bien vertederos o bien incineración. El problema se sitúa ahora en las instalaciones de tratamiento térmico de residuos hospitalarios que empiezan a estar colapsadas. 

Antes de la pandemia se emitía la política del no uso de bolsas de plástico y desechables en algunos municipios, pero con la pandemia desafortunadamente estos residuos han regresado. Es cierto que por motivos de higiene y salud no es factible prohibir el uso de plásticos de un solo uso mientras dure la emergencia sanitaria. Pero es muy importante evitar que, una vez resuelta la crisis, se produzca un mayor problema ambiental. No hay que olvidar que la problemática de la contaminación por plásticos seguirá aún presente. 

La pandemia COVID-19 nos debe crear conciencia sobre cuán interconectados estamos con el medio ambiente y el impacto que tienen nuestras acciones sobre nuestro planeta y los demás, y que como sociedad —al estar tan conscientes de la muerte— nos haga ser más empáticos y solidarios.

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