UN VIAJE al MISTERIOSO país de LAS EMOCIONES

POR RAÚL ERNESTO GONZÁLEZ PINTO

“¿Dónde estarías sin tus emociones? Si la suma total de todas tus experiencias conforma

el tapiz de tu vida, son las emociones que has experimentado las que dan color a ese tapiz.”

-Bradley Nelson, El código de la emoción.

Nuestra relación con las emociones es, a lo menos, paradójica y compleja. Por un lado, la alegría y el entusiasmo actúan como un bálsamo rejuvenecedor que nos ayuda a restañar las heridas del alma y, por el otro, el miedo y la ira nos persiguen a veces de manera implacable, por más que queramos huirles.

Lo que es innegable, es que las emociones forman parte indisoluble de la experiencia humana. Los sentimientos y la emociones son un lenguaje universal que debemos honrar, por la sencilla razón de que representan aquello que somos en un nivel más profundo. Y si aprendemos a escucharlas, siempre nos dirán la verdad.

El problema es que muchas veces no sabemos qué hacer con ellas. “Si no posees habilidades emocionales y eres incapaz de lidiar con emociones angustiantes, no importa qué tan inteligente seas… no llegarás muy lejos”, advierte Daniel Goleman, el psicólogo que en los años noventa puso el dedo en la llaga con su libro “La inteligencia emocional”. Incluso emociones negativas como la envidia y la culpa tienen su razón de ser, pues son una luz en el tablero que nos indica que algo deberíamos cambiar en nuestro ser interior.

DE NIÑOS APRENDEMOS A HABLAR, PERO ¿QUIÉN NOS ENSEÑA A SENTIR?

Uno de los logros más significativos en nuestras primeras etapas de vida es aprender a hablar. A los 12 meses, la mayoría de los niños poseen un vocabulario de tres o cuatro palabras y son capaces de comprender de 30 a 40. Al año y medio, estimulados por sus padres, saben ya pronunciar de 25 a 50 palabras y entienden el significado de cientos más. A los dos años construyen frases completas. Y a los cuatro llega la edad de los porqués y los pequeñines se tornan, de pronto, en verdaderos parlanchines.

¿Qué sucede a nivel emocional? A los tres meses de edad los seres humanos somos ya capaces de distinguir y expresar emociones como la alegría, el miedo, la ira, la tristeza y el desagrado. Sin embargo, a diferencia del lenguaje hablado y escrito, nadie, en ningún momento, nos enseña el lenguaje de las emociones. ¿Por qué? Para una razón muy simple: no podemos enseñar aquello que desconocemos.

Por eso al llegar a la edad adulta nos resulta endemoniadamente difícil identificar con claridad cómo nos sentimos. Cuántas veces alguien nos pregunta ¿cómo te sientes hoy? y batallamos horrores para contestar: “No sé, estoy… algo triste… desguanzada… haz de cuenta, como si tuviera una especie de nostalgia… una sensación de que algo está fuera de lugar; la verdad, no estoy tan segura”.

Dicha carencia resulta sorprendente si consideramos que el grueso de la comunicación humana se manifiesta por medio de la expresividad emocional y los gestos corporales. Pensemos en una cara de asombro o una postura de decaimiento. Juan Moisés de la Serna, un experto en biología del comportamiento, confirma este dato: “Las emociones juegan un papel monumental en la vida, influyendo en el 80% de nuestras decisiones, aunque hay autores que suben ese porcentaje hasta el 90%, por lo que sería importante darles la atención debida”.

¿QUÉ SON Y PARA QUÉ SIRVEN LAS EMOCIONES?

De manera simple, una emoción es la respuesta transitoria de nuestro organismo ante algo que estimamos importante. Por ejemplo, un movimiento inesperado en la cercanía puede despertar una reacción de miedo ante un posible peligro a nuestra integridad física. Puede también surgir a consecuencia de un pensamiento interno, digamos la aprensión que nos causa recordar que al día siguiente tenemos cita con el dentista.

Cada emoción suele venir acompañada de sensaciones corporales, impulsos y pensamientos. Digamos que recibes un WhatsApp que anuncia la visita de un ser amado. La alegría que esta noticia te causa puede hacer que te dé un vuelco el corazón (sensación corporal), que des un brinco de júbilo (impulso) y que pienses paran tus adentros “Si viene a verme es porque realmente me quiere”.

En vez de empeñarnos en suprimir las emociones para no sentirnos abrumados, deberíamos abrirles de par en par las puertas, ya que son portadoras de información valiosa. A manera de ilustración, digamos que tu jefe te llama la atención porque olvidaste entregarle un reporte y ello te enoja. Si repasas lo sucedido, te darás cuenta que el enojo no es en realidad contra tu jefe sino contra ti mismo, ya que te consideras una persona responsable. En consecuencia, en lo sucesivo te empeñarás en ser más disciplinado.

En su libro “Paisajes del pensamiento”, la filósofa Martha Nussbaum explica de esta manera por qué necesitamos de las emociones: “Las emociones implican juicios sobre cosas que nos importan, juicios en los cuales, al apreciar un objeto externo como valioso para nuestro propio bienestar, reconocemos aspectos del mundo que no controlamos totalmente”. Es decir, una emoción se manifiesta cuando algo que resulta valioso para nosotros (una actitud, un hábito, una creencia) se pone en juego, ayudándonos así a poner atención a aquello que de otra manera pasaríamos por alto.

¿CUÁNTAS EMOCIONES EXISTEN?

Los expertos no se ponen de acuerdo, aunque generalmente se habla de entre seis y ocho. Sin embargo, un estudio realizado en 2017 por Dacher Keltner, de la Universidad de Berkeley, identificó 27 diferentes categorías distintas; de ahí que los matices de la experiencia humana sean mucho más complejos de lo que originalmente se estimó. La clasificación más conocida es la de Paul Ekman, un psicólogo que en los años setenta se dedicó a recorrer el mundo y descubrió que eran seis las universalmente reconocidas: ira, miedo, alegría, tristeza, asco y sorpresa

Más recientemente, Robert Plutchik, otro psicólogo, diseñó un modelo gráfico que asemeja una flor de ocho pétalos, en el que cada “pétalo” representa una emoción distinta: alegría, tristeza, miedo, ira, confianza, asco, sorpresa y anticipación. Cada pétalo permite visualizar la intensidad de la emoción correspondiente; por ejemplo, la ira en su nivel más intenso se convierte en furia y en el más sutil se reduce a un mero enfado. Estas emociones se agrupan, a su vez, en cuatro pares de polos opuestos: alegría vs. tristeza, miedo vs. ira, confianza vs. asco y sorpresa vs. anticipación. A este modelo se le conoce como “la rueda de las emociones”.

Robert Plutchik, La rueda de las emociones

ALEGRÍA, UNA CELEBRACIÓN DE VIDA

La alegría surge cuando algo me complace y me hace sentir bien. De acuerdo con Vito Sgobba, mi maestro de coaching, el mensaje de esta emoción es: “Algo que para mí resulta particularmente valioso está sucediendo y lo agradezco”. Por ejemplo, la inesperada llegada de un viejo amigo o la espontánea risa de los pequeños que animadamente juegan en el parque. ¿Qué sucede cuando me siento alegre? Mi cuerpo se expande y me dan ganas de reír. De acuerdo con Iñigo Junquera, un fisioterapeuta de la Universidad de Oviedo: “La alegría es un movimiento hacia arriba; cuando estamos alegres se elevan los rasgos faciales (subimos las cejas) y la postura se hincha, incluso damos saltos de júbilo”.

¿Qué función cumple la alegría en mi diario vivir? Me llena de ánimo, me impulsa a hacer cosas de la mano de otros y me motiva a movilizarme para conseguir aquello que necesito o deseo, trátese de amor, belleza, salud, generosidad, justicia, popularidad, fama, seguridad, autoestima, sexualidad, espiritualidad o independencia. Vocabulario asociado: Sentirse dichosa, risueña, feliz, complacida, entusiasmada, jubilosa, encantada, radiante, satisfecha, feliz, animada, agradecida, contenta. Expresiones afines: “Traigo el ánimo levantado” o “siento que ando por las nubes”. Pensamientos asociados: Los relacionados con amor, positividad, confianza, entusiasmo y optimismo.

TRISTEZA, UN LLAMADO AL AISLAMIENTO Y AL REPOSO

La tristeza es una respuesta ante una carencia o pérdida de cualquier tipo. De acuerdo con Sgobba, el mensaje de esta emoción es: “Me doy cuenta de que perdí algo valioso”, sea esto la felicidad, la salud, la seguridad económica o la amistad de alguien cercano. ¿Qué sucede cuando me siento triste? Mi cuerpo se contrae y los movimientos se vuelven lentos; sensación de opresión en el pecho y un nudo en la garganta. Junquera lo interpreta de la siguiente manera: “La tristeza es un movimiento hacia abajo, de caída; los rasgos faciales descienden. Es una postura corporal de abatimiento”.

¿Qué función cumple la tristeza en mi acontecer cotidiano? Me impulsa a buscar la soledad para darle sentido a una pérdida en mi vida, de ahí que vaya asociada a un sentimiento de duelo; me ayuda a experimentar un estado de aceptación de la voluntad suprema, paz interior, perdón, resignación, humildad y compasión por mí mismo. Vocabulario asociado: Me siento angustiado, abatido, deprimido, decepcionado, consternado, pesimista, desanimado, consternado, desilusionado, desesperado, herido, agüitado, afligido, desanimado, arrepentido. Expresiones afines: “Ando con el ánimo por los suelos”, “estoy que me arrastro”, “me siento bajoneado”. Pensamientos asociados: Los que me facilitan poner en perspectiva las cosas y apreciar lo que aún conservo.

ENOJO, LA IMPETUOSIDAD PARA ELIMINAR BARRERAS

El enojo es una reacción instintiva que me impulsa a salir en defensa de mis intereses cuando estos se ven violentados o amenazados; en un nivel más sutil, es el desencanto surgido ante una situación de abuso, hostilidad o injusticia. Digamos que le das un obsequio a alguien que tienes en alta estima: “Amiga, me acordé que te gusta coleccionar figuritas de porcelana y te traje esta tacita que pensé que te gustaría”. Ante lo cual, tu amiga se concreta a decir: “Gracias, pero si algo me sobra son tazas”. ¿Cómo te sentirías? Vito Sgobba nos dice que el mensaje de esta emoción es: “Algo valioso se perdió y no debería de haberse perdido”. ¿Qué sucede cuando me siento enojada? Aceleración de la respiración, rigidez muscular, se eleva el pulso cardiaco, activación de brazos y piernas, la mirada se vuelve penetrante y dura. Junquera lo explica con estas palabras: “La rabia es un movimiento hacia adelante; como cuando uno ataca y va hacia lo que quiere… es lucha y empuje”.

¿Qué función cumple el enojo en mi acontecer cotidiano? Es un impulso dirigido a eliminar un obstáculo que se interpone con aquello que quiero; me permite establecer control, autoridad y dominio para conseguir orden, seguridad y protección. Vocabulario asociado: Me siento furiosa, desesperada, contrariada, amargada, hostil, molesta, irritada, indignada, resentida, encorajinada, despechada, rencorosa, gruñona, impaciente, ofendida, disgustada, frustrada. Expresiones afines: “Andar hecho un gallito” o “estar echado hacia adelante”. Pensamientos asociados: Indignación ante una injusticia, defender o recuperar lo perdido.

MIEDO, RECORDATORIO PARA EMPRENDER LA RETIRADA

El miedo es una sensación de incertidumbre ante aquello que se percibe como una posible amenaza y que nos impulsa a rehuir el peligro. Cuando se vuelve irracional, el miedo nos paraliza y nos bloquea, en vez de  ponernos a salvo. Sgobba explica así el mensaje de esta emoción: “Algo valioso podría perderse”. A diferencia de la tristeza, que se manifiesta cuando lo que era valioso se perdió, en el miedo aquello que me preocupa no ha sucedido y, por lo tanto, pueden evitarse. ¿Qué sucede cuando siento miedo? Se acelera la respiración, se eriza la piel, se eleva el pulso cardiaco, las piernas están prestas a echarse a correr, dolor en la boca del estómago. Junquera lo interpreta de esta manera: “El miedo es un movimiento hacia atrás, de retirada, de huida; el cuerpo se encoge para protegerse”.

¿Qué función cumple el miedo en mi vida cotidiana? Es un impulso dirigido a protegerme para conservar la integridad mental, emocional y física en situaciones de riesgo. Vocabulario asociado: Me siento temeroso, aprensivo, ansioso, nervioso, asustado, despavorido, tenso, aterrorizado, desasosegado, preocupado, estresado, confundido, nervioso, desconcertado. Expresiones afines: “Patitas ¿para qué las quiero?”, “más vale decir aquí huyó que aquí quedó”. Pensamientos asociados: Los orientados a alejarnos de todo aquello que ponga en riesgo nuestra salud, tranquilidad, seguridad, estabilidad, bienestar y autonomía.

A MANERA DE CONCLUSIÓN

Como hemos podido constatar, lejos de representar una amenaza a nuestra salud y bienestar personal, las emociones bien pueden convertirse en nuestras mejores aliadas, siempre y cuando sepamos utilizarlas. Los seres humanos no solo buscamos sobrevivir. También deseamos asegurarnos de que nuestros máximos ideales, principios y valores – es decir, todo aquello que consideramos valioso en la vida – se manifiesten en nuestras acciones diarias, ya sean compasión, amor, creatividad, sentido del deber, fe, justicia, armonía ecológica, familia, salud, generosidad, honestidad, solidaridad, paz interior y espiritualidad.

En la medida en que sincronicemos nuestras emociones con los más sagrados tesoros de nuestro ser interior, nos habremos ganado el legítimo derecho a ser más felices.

Un comentario Agrega el tuyo

Deja un comentario