COVID Salud Mental

Luego de más de año y medio de iniciada la pandemia por la COVID 19, y más allá de la crisis de salud y económica que esta calamidad nos está dejando, empiezan a advertirse algunos otros efectos traumáticos que la enfermedad está causando en la sociedad, siendo la salud mental uno de los aspectos más lastimados y con mayor frecuencia olvidados.

De acuerdo a un estudio publicado por García Ron y Cuéllar-Flores si bien los lapsos de confinamiento relacionados con epidemias han sido ligados con impactos negativos en la salud mental en adultos (mayor riesgo de trastornos emocionales, síntomas depresivos, irritabilidad, estrés…), la evidencia disponible en niños es prácticamente anecdótica y los estudios son limitados en conclusiones lo cual resulta más importante si recordamos que junto con el personal sanitario y los ancianos, los niños son los grupos más vulnerables.

Esto supone un verdadero reto para las autoridades civiles, educativas y, por supuesto, para la sociedad en general que tendrá que afrontar muchos retos e implementar estrategias durante la pandemia (aún activa) y luego de que esta termine.

Estudios demuestran que en los niños que han sido puestos en cuarentena se presentan tasas de estrés postraumático 4 veces más altas respecto de los que no fueron confinados. Por otro lado, prácticamente no se han realizado estudios que examinen qué factores se asocian con un menor malestar o estrés psicológico en niños expuestos a la cuarentena.

Seguramente por lo inexplorado de la situación, la mayoría de las recomendaciones para mitigar el impacto negativo de la cuarentena en menores hoy en día son de expertos y no han sido contrastadas por estudios.

Es urgente empezar a hablar de las consecuencias del aislamiento físico y social de los niños con sus familiares y amigos, la forma en la que experimentan la incertidumbre, las dificultades económicas que advierten en las familias y la repercusión de éstas en los chicos, así como la ansiedad al contagio por la enfermedad y el duelo por la pérdida de personas cercanas a los pequeños.

Los niños y adolescentes han desatendido sus rutinas (tan importantes en su desarrollo), el juego al aire libre, la interacción con los amigos, el contacto con familiares, el cierre de los colegios. A nivel escolar, los maestros advierten la disminución en la interacción social en los menores. Es importante recordar que es precisamente en las primeras etapas de la infancia donde la socialización con pares y amigos resultara constructiva para etapas posteriores de la vida. Por ejemplo, el proceso de socialización que aprenden las personas por medio del principio de la fraternidad, tan importante para la vida adulta, se ve afectado en situaciones de aislamiento.

Resulta significativo recordar que los niños más pequeños, que estaban por ingresar a los primeros ciclos escolares, aún no han conocido siquiera el edificio físico que en un futuro será su escuela. Por otro lado, el confinamiento ha hecho que los niños pierdan capacidad de concentración y, además, experimenten una mayor sensación de soledad. Seguramente, más adelante observaremos las consecuencias del confinamiento y el aislamiento en este grupo de edad.

Tenemos que plantearnos además algunas preguntas, muchas de ellas por desgracia aún sin una respuesta clara

No todos los niños tienen las mismas oportunidades. Poco se ha comentado sobre la equidad en los distintos niños. Vale la pena hacerse la pregunta si previo a la pandemia y en un país en vías de desarrollo como el nuestro, los menores gozaban de los mismos bienes y servicios. En un modelo de educación virtual las primeras preguntas saltan a la vista de manera impetuosa: ¿todas las familias pueden hacerle frente de la misma manera, al reto de la educación a distancia?, ¿todos los chicos tienen conectividad a internet?, ¿En casa hay computadora?, ¿cada hijo y hermano posee un dispositivo personal para conectarse a clases?, ¿Cómo viven y vivirán estas diferencias los chicos durante y después de la pandemia?, ¿Cómo volverán los chicos a la escuela?

En tanto tiempo los niños han sufrido cambios: han crecido, experimentan el desarrollo, algunos han subido de peso, en fin, se han transformado física y emocionalmente.

¿Cómo reaccionarán profesores y alumnos ante estos cambios? ¿Cómo se reintegrarán? ¿Cómo serán recibidos por sus pares y maestros en la vuelta al colegio?

Por otro lado, tal vez la palabra que mejor defina la pandemia para chicos y grandes sea la incertidumbre. Es frecuente escuchar que los niños se pregunten cuándo terminará esto, cuándo volverán a la escuela, si volverán a ver pronto a sus amigos y maestros.

Muchos padres y cuidadores se han visto sobrepasados, en parte, por el estrés causado por el aumento de compromisos domésticos y familiares (hijos en escuela virtual, cuidado de adultos mayores, labores del hogar). Estos adultos, al volverse ahora padres y madres de “tiempo completo” (situación a la que no estaban habituados), experimentan sentimientos de frustración, apatía, tristeza e incluso irritabilidad.

Aunque para muchas familias este tiempo ha mejorado, el acercamiento entre padres e hijos, en muchos otros casos, también ha podido ampliar conflictos intrafamiliares previamente existentes.

Las estadísticas demuestran que durante el confinamiento las mujeres han estado más expuestas a la violencia de género. Como consecuencia, esta situación afectará también a los hijos e hijas de esas madres. En muchos casos los chicos han estado más expuestos, desamparados, indefensos incluso invisibles ante la violencia intrafamiliar y el abuso sexual. Aislados durante todo el día en su domicilio, estos chicos se convierten en observadores y víctimas de la violencia hacia sus madres, sus hermanos y lamentablemente hacia ellos mismos. Niños y niñas que no han podido solicitar ayuda debido, en parte, a que muchos de estos menores han visto disminuidas sus redes sociales y de interacción social al no poder acudir a la escuela, a actividades recreativas, deportivas o religiosas. Testigos casi mudos de la situación, que en muchos casos los conduce a presentar sentimientos de soledad, frustración, ansiedad o depresión.

Es aconsejable ponerse en contacto con un profesional de la salud mental, psicólogo, psiquiatra o mejor aún paidopsiquiatra (psiquiatra especializado en niños y adolescentes) si se perciben signos y síntomas de ansiedad y depresión en los menores, como ideas de autolesión o muerte, síntomas de miedo extremo, terror o pánico, así como cambios de humor o irritabilidad. Debe ponerse especial atención en la presencia de síntomas, incluidos cambios en el apetito, conductas agresivas, miedo a la soledad, retraimiento o alteraciones en el sueño o en los patrones de juego.

Dr Juan Pablo Núñez Martínez

Psiquiatra

Hospital Starmédica Querétaro

http://www.facebook.com/psiquiatraqueretaro/

drjuanpablopsiquiatria@hotmail.com 

Twitter @drjuanpapsiq

Deja un comentario