Los límites de la dependencia emocional

Los límites de la dependencia emocional

Cuando hablamos de dependencia emocional hacemos referencia a “un patrón persistente de necesidades emocionales insatisfechas que se intentan cubrir desadaptativamente con otras personas».  (Castelló, 2012, p.17)

Se trata de una insatisfacción o frustración en el área afectiva que la persona pretende compensar centrándose preferentemente en sus relaciones de pareja, es decir, es la necesidad de afecto excesiva mostrada por una persona hacia su pareja. 

En estas relaciones aparecen la sumisión, la idealización y el miedo al abandono y al rechazo. La persona que sufre dependencia emocional no concibe la vida sin el otro, al que idealiza y convierte en el sentido de su vida. 

Experimentar el apoyo de las personas que amamos es tal vez una de las sensaciones más gratificantes que dejan las relaciones sociales. Recurrimos a otras personas cuando tenemos problemas o queremos compartir un momento de felicidad, o cuando necesitamos apoyo emocional. Sin importar si es nuestra familia, pareja, amigos o compañeros de trabajo, todos en algún momento necesitamos de alguien. Y viceversa: en alguna circunstancia, alguien cercano necesitará de nosotros.

Según la American Psychological Association, la dependencia emocional es una condición caracterizada por la dependencia afectiva y obsesiva hacia otra persona, lo que crea relaciones disfuncionales y potencialmente perjudiciales para la salud mental.

Las relaciones dependientes se reconocen cuando una de las personas involucradas siente una fuerte necesidad por ayudar, salvar o brindar bienestar al otro a costa del suyo propio. Esto quiere decir que sus esfuerzos están dirigidos a hacer sentir bien a la otra persona, satisfaciendo al máximo cualquier deseo, sin importar sus requerimientos y límites emocionales.

En la mayoría de estas relaciones ese interés por complacer de forma desmedida termina siendo unidireccional, lo que se convierte en un arma de doble filo para la persona dependiente, pues además de suprimir su bienestar, queda expuesta al ejercicio de control, manipulación y condicionamiento de la otra persona tal vez consciente o inconscientemente.

Desde cualquiera de los dos ángulos, la dependencia emocional fomenta una relación disfuncional, injusta y poco saludable, donde hay un sobre esfuerzo de una de las partes. Se tiene la falsa creencia de que una forma de demostrar amor es a través del sacrificio individual. En un principio se puede sentir una satisfacción por este tipo de demostraciones excesivas, pero al final limitan e impiden el crecimiento y la autonomía.

Quizás de pequeños hayamos sentido una gran carencia afectiva y hayamos aprendido a que es mucho mejor estar acompañados que solos. Quizás pasamos por experiencias en la que teníamos que cuidar a alguno de nuestros padres, girando nuestras preocupaciones en torno a ellos. Posiblemente aprendimos a que nuestro criterio o decisiones no tenían demasiada validez si no se consultaba previamente y quedaba aprobado por mamá o papá. Sentimos la necesidad de tener a alguien cercano al que admirar.

Características de una persona con dependencia emocional:

  • Sentimientos de vacío
  • Baja autoestima
  • Necesidad excesiva de agradar y de aprobación de los demás
  • Idealizar de forma exagerada ciertas personas con una personalidad marcada y dominante
  • Necesidad de conformar una pareja, viviendo por y para el amor
  • Incapacidad para romper ataduras
  • Miedo intenso al abandono
  • Le teme a la soledad
  • Chantajea y manipula emocionalmente al otro
  • Se victimiza si la otra persona no responde de manera positiva a sus demandas
  • Hace sentir culpable a la otra persona por no estar tan comprometida en la relación
  • Tiene un sentimiento excesivo de responsabilidad hacia otra persona, pero no hacia ella o él mismo

Así como sus señales, las consecuencias de la dependencia emocional también son determinantes debido a la relación disfuncional que se crea. Algunas de estas consecuencias pueden ser: estrés constante, cambios repentinos de humor, depresión, ataques de ira, falta de cuidado personal e incluso somatización de las emociones en trastornos físicos como dolor de cabeza, malestar estomacal o rigidez muscular, entre otros.

En general esta dinámica de amor unida al sufrimiento no suele ser cosa de una única relación en la vida de la persona, sino que más bien en numerosas ocasiones se presenta como un patrón estable. El dependiente emocional no dirige sus demandas hacia cualquier persona, sino que se fija en determinadas características que tiene idealizadas, que les resultan atractivas, repitiendo muy posiblemente experiencias con las parejas venideras, dado que es mayor el temor a la soledad que la conciencia de estar acompañado a la fuerza.

Solemos olvidar que uno tiene la capacidad de cambiar, de darse cuenta de que está viviendo este tipo de situaciones y emociones que lejos de beneficiarnos, nos perjudican, y que podemos trabajar activamente para modificar nuestros comportamientos y por ende cambiar nuestras emociones; merecemos vivir una relación en la que las dos personas se amen, se respeten, y se acompañen sin que sea necesario la pérdida de la identidad de alguna de las partes. 

De toda experiencia podemos sacar un aprendizaje; arriesguemos, por tanto, a desempeñar roles desconocidos para nosotros en los que no importe el “no agradar”, aprendamos a creernos merecedores de afecto abandonando la desconfianza en nuestras capacidades, demostrándonos a notros mismos que somos capaces de sobrellevar la soledad, rebuscando en nuestros gustos y aficiones, disfrutando de nuestra propia compañía.

Soltar el control, centrarnos en otros ámbitos personales que no sea la importancia de estar acompañados, quizás nos reste ira, frustración y sensaciones angustiosas de vacío, para abrirnos a nuevas perspectivas y objetivos vitales.

Atrévete a ser libre, porque desde ese momento podrás soltarte de ataduras y obtendrás la vivencia de nuevas experiencias y emociones, nuevos horizontes. Porque en el fondo, amar es un arte desconocido.

Sanar una relación de dependencia emocional no significa que la empatía, la generosidad y el compromiso desaparezcan de la relación. La clave es encontrar un equilibrio para que el eje central sea el crecimiento mutuo, donde no se haga feliz a otros sin antes hacernos felices a nosotros mismos.

Por eso, tratar la dependencia emocional desde la seriedad y la consciencia individual y colectiva será de vital importancia para transformar este tipo de relaciones disfuncionales. Lo más importante es “reconocer de manera honesta que hay un problema y que para resolverlo se necesita actuar de manera individual y conjunta. Este proceso requiere de un acompañamiento psicológico que establezca límites individuales, fortalecer la autoestima, generar autonomía, entre otros aspectos necesarios para tener una relación funcional”.

Entender que la vida va más allá de dar todo a los demás, es primero hacia ti.

Ámate, conócete y aprende de tu individualidad para compartir tu felicidad con los demás.

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