
BAJAVIÓN
Hágase la roscamuerta
Por: Roble Limón
Wenas, estimado lector. Omitamos “intro” y hagamos a un lado las formalidades. Por ahí dicen que las mejores amistades son las que pueden durar meses sin hablar y que, cuando retoman la comunicación, rara vez empiezan con un “Hola, ¿cómo estás?”, sino que más bien se hacen presentes con un “Weeeeeeeeey” —seguido de algún meme y/o chismecito sabroso—. Y, bueno, nosotros —usted y yo— ya llevamos casi 5 años de relación, o sea que pa’ estas alturas lo único que nos falta es haber dormido juntos. Pero eso no ocurrirá hasta que yo no reciba aguinaldo de su parte. Mientras tanto, yo seguiré siendo de las caguamas. Mah, no podré…
Ya estamos en el 2022, los coches aún no vuelan y lo más futurista que tenemos al día de hoy son las licuachelas, es decir, que ora nos tomamos las micheladas directo de un vaso de licuadora, de plástico en colores mayatones, mientras suena un sonidero de fondo. Lo que ha de ver es que yo me conformaría con que a los GPS se les agregara la opción de “la otra izquierda” o “la otra derecha” —por poner un ejemplo: “gire a la izquierda”… *tuerce poquito el volante para la derecha*… “¡A LA OTRA IZQUIERDA, PEND…” —, palabra que ya con eso me daría por bien servida. Porque yo, al menos, soy bonita, pero estoy “rependeja”, en palabras de mi madre santa. Y ahora que lo pienso, si existiera un gadget con esta característica, no estaría de más que se lo instalaran a dos-tres móndrigos políticos de nuestro México lindo y qué-herido, porque a veces, muy seguido, también se confunden.
En fin, ya fue mucho “jijiji”, “jajaja”, pasemos a temas más importantes y de mayor relevancia. Mejor, cuénteme, ¿cómo le ha ido con el aumento al salario mínimo? ¿Ahora sí acabala? ¿Sus finanzas reflejan sana mejoría? ¿Ya planeó a dónde se va a llevar a la pandilla de vacaciones de Semana Santa, si Dios y la pandemia nos da licencia?… ¡¿Qué?! ¡¿Qué a duras penas le alcanza para la canasta básica?! ¡Avísenme! Yo, como quiera, utilicé el aumento para comprarme unas bolsitas de té: me completé una de tés jodiendo y otro de té alachingada. No le ofrezco una tacita porque usted ni me hizo nada. Es lo bueno. Es lo malo.

Y es que, recordemos, la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos de nuestro país se reúne a finales de cada año para redefinir los montos de esta remuneración pero del año sucesor. Aunque el 1° de enero comenzara a hacerse efectivo el incremento de un 22%—pasó de 141.7 pesos a 172.87 pesos en todo el país, con excepción de los estados de la Región Fronteriza del Norte— no hay un avance real en la capacidad adquisitiva de la población derivado de la crisis económica provocada principalmente por la pandemia del covijas, pues a la par de los aumentos salariales se ha reflejado un mayor crecimiento de los precios de la economía mexicana, especialmente de los alimentos. Vale la pena destacar que de 2018 a 2021 el salario mínimo se ha incrementado 60.4%, alcanzando, se estima, a casi 4.5 millones de trabajadores que cotizan en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Es curioso que hasta a la inflación le alcance pa’ comer… (los aumentos salariales), pero mucha raza no. En los últimos 40 años la relación entre el incremento al SMD (salario mínimo diario) con el costo de los productos y servicios se ha visto en detrimento de la economía de la clase trabajadora en México, por lo que durante la administración de AMLOve se ha promovido un sistema de crecimiento salarial mayor a la inflación, que durante el 2021 rondó un 7%. Y decir 7% de inflación se me hace poco… pues con todo lo que se zambute uno en épocas decembrinas, queda rebien… pero revientrudo. Bueno, pero ese es otro tipo de inflación.
En fin, es menester señalar que se hace lo que se puede, y si aún así no le alcanza pues ALV… a la Virgencita hay qué rezarle, digo, porque dice Panteón Rococó (y dice bien): “La carencia, arriba. Los salarios, abajo. Con lo que gano en esta empresa no me alcanza pa’ tragar”. Bueno, pero pos es que también qué méndiga cochina costumbre la de uno, esa de tener hambre y querer comer tres veces al día…

Partida de rosca
Y hablando de comedera, no seré chef, pero como tragona profesional que sisoi me jacto de decir que la base de las conchas, el pan de muerto y la rosca de Reyes, esta consentida triada de panes mexicanos, es la misma: harina, levadura, azúcar, leche, mantequilla, huevos… No le doy la receta completa porque no estamos en “Chepina en tu cocina”, estimado lector, y el espacio es limitado. Es cierto, la base puede ser la misma, pero en los detalles está el diablo: que en su enjarrada de cubierta hecha de azúcar glass, que en su espolvoreada de azúcar refinada, que en su fruta seca que parece chile curtido y a la que todos le hacen el fuchi caca…
Lo mismo pasa con los políticos: son la misma chingadera, pero uno que con sus consultas populares porque “el pueblo pone y el pueblo quita”, otro que con sus giras presidenciales para fortalecer relaciones diplomáticas, otro que con la modernización de los cuerpos policiales para hacerle frente a la lucha contra el narcotráfico. Así como los panaderos encuentran la temporada ideal para lanzar tal o cual producto (como el chef Alfonso Domínguez, quien inventó la “roscamuerta), las crisis se convierten en oportunidades “creativas” si se reformulan las mismas estrategias de toooooda la vida. El pedo es que a veces se pasan de huevos —en la receta, digo— y se hace un batingue que pa’ qué le cuento…
¿Y eso qué tiene qué ver con tragar? Pues que a ver si nuestro señor presidente no le echa al INE también la culpa de que, por obstaculizar la consulta para revocación de mandato, del méndigo coraje se tragó el niñito Jesús que le salió en su partida de rosca de ahora del 6 de enero, cuando todos aquí sabemos que welito se debe haber jodido media dentadura tratado de masticar el mono de plástico con tal de no pagar los tamales di’ora del 2 de febrero.
Una de las banderas de campaña de nuestra cabecita de cebollín, Andrés Manuel López Obrador, fue promover la consulta de revocación de mandato, un ejercicio en el que los electores —“el pueblo bueno y sabio”, como a ANLO le gusta llamarnos— definamos si queremos que el presidente termine los seis años de su gobierno o mueva las nachas de la silla presidencial por tener un desempeño “meh”… mehdio pinche, digo. Lo que se anunció como un “parece que va a llover” con el paso del tiempo se convirtió en una disposición legal: en diciembre de 2019, tras la aprobación por parte del Senado y de la Cámara de Diputantos, se publicó la reforma constitucional que establece la consulta.
Los involucrados han traído el tema a la güelta y güelta (así como me traen a mí las doñas de mi colonia con los abonos de los vales de zapatos), pues resulta y resalta que cuando el presidente dijo “¿Tons ké, pa’ cuándo la consulta?”, el INE reviró con que “Ahorita no es tema…”. Y AMLO: “Cómo que ahorita no es tema?”… Y el INE: “Que ahorita no esté m*#$%&ndo, jajajaja”. Bueno, no tan así, pero ganas no le han de faltar a Lorenzo Córdova Veracruz. Y es que con las políticas de austeridad, a nuestra excelencia le salió el cul… digo, el tiro por la culata. Argumentando los recortes presupuestarios, el órgano determinó aplazar la consulta para abril o para mayo del 2022. Ora sí que “tu saldo es insuficiente para llamar mi atención, mijo”.
Como no hice nada en Navidad tuve mucho tiempo libre y entonces me quedé pensando: ‘tá muy sui generis que el mismo presidente promueva su propia revocación de mandato. ¿En todo caso no sería que los ciudadanos fueran los que buscaran por todos los medios remover al ejecutivo en turno? Lo que nos falta es organización, pero pues ni que fuera peda o posada o la cena de Navidad, honradamente. Digo, porque en muchas de las encuestas publicadas, la aprobación de Andrés Manuelovich ronda los 60 y más por ciento. Pareciera más como un capricho de querer que le pregunten a la raza si quiere que se vaya, para que entonces la raza conteste que no quieren que se vaya; más como una ratificación de mandato, pues. Ajá, para reforzar su aprobación de cara a los comicios electorales del 2022 y, de paso, a su partido. Y pues eso, por donde lo vea, no está bien si tomamos en cuenta la cantidad de millones de pesos que costaría ese capricho, perdón, ese ejercicio democtrático. Pero, ¿qué pasaría si el mínimo indispensable para que la consulta tuviera un resultado vinculante? En ese improbable escenario, la salida del presidente no sería automática porque también en la Constitución se estableció que el resultado de dicho ejercicio sea obligatorio siempre y cuando haya una participación superior al 40% del padrón electoral o, dicho de otro modo, más de 37 millones de personas. En resumen: algo así como “o sea, sí, pero tantito”. No maaaa… Nomás a ellos se les ocurre, digo. Orita que lo pienso, le hubiera pedido a Santo Clos paciencia.

Por eso le digo, el mismo elefante blanco pero revolcado —y no en harina ni en azúcar glass—. ¿Por qué no destinar esas cantidades exorbitantes de dinero, si quiera una tercera parte de, no sé, lo que invierten en publicidad, a la compra de medicamentos, fomento a la educación y a la investigación? Y no digo que nomás porque Andrés Manuel lo solicite ocurran las cosas, arriba mencioné que dice mi mamá que estoy “rependeja” pero no tanto. A veces la pura voluntad se agradece tanto como un resultado tangible. Entonces, ¿para qué y a quién le sirve este ejercicio del cual pareciera pender la democracia y el futuro del país? Se lo pregunto neta, porque yo por más que bajo el cero no me dan las cuentas.
Está canijo, porque al menos los sexenios pasados hacían sus chingaderas sin ponerlo a uno de excusa… A veces hay que ponerle huevos cuando hay puros frijoles.
Bitácora de una prisionera
Conversaciones que pude, o no, haber tenido.
— Se murió Chente.
— ¿Qué Chente?
— No chente nada ya, pos ya cerró sus ojitos para siempre.
2022 ya… y mis padres han sabido inculcarme que es de gente bien nacida el saber agradecer. Entonces, ¡gracias por nada, 2021!