Es el antiguo canal de riego ubicado en el corazón del Centro Histórico de Torreón, sus orígenes datan de 1894, fue diseñado por el señor Leonardo Zuloaga Olivares, cuenta con muros de mampostería de noventa centímetros de espesor, un tramado de ladrillo en tres capas tipo bóveda franciscana, mide entre cuatro y seis metros de altura y 8 metros de ancho. La bóveda más alta es de diez metros.
Este canal formó parte de una red de irrigación que transportaba agua del Río Nazas hacia el oriente de la ciudad.
El canal de la Perla lleva su nombre por regar las tierras de la Hacienda la Perla, este canal de riego fue un brazo del Canal Torreón, que junto con el Canal La Concha y el Canal de San Antonio tomaban su caudal del propio Río Nazas y su trayectoria es la del actual bulevard Independencia.
Posteriormente con el crecimiento de la ciudad de Torreón, el canal o Tajo la Perla se fue embovedando y paso de ser canal de riego a ser utilizado como drenaje pluvial y de aguas negras.
El Canal de la Perla originalmente media 12.5 km. hasta la hacienda la Perla de Don Feliciano Cobián.
En el año de 1900 se realiza el primer embovedado, en la parte superior se encontraba el banco de los chinos, ubicado en avenida Juárez y Valdez Carrillo, el Casino de la Laguna de la avenida Juárez y el Banco Lagunero, en avenida Juárez y Cepeda.
El embovedado del Canal se dio en diferentes tiempos, pero para el año de 1906 ya estaba terminado, siendo 14 cuadras de embovedado, empezando en la avenida Allende y 5 de Mayo, hasta la Leona Vicario y bulevard Revolución, de aquí en adelante el Canal era a cielo abierto.
La longitud del acueducto del Canal de la Perla que ya fue rehabilitado y actualmente sirve de paseo cultural es de 570 metros.
Abarca desde el crucero de la calle Zaragoza y avenida Morelos, hasta la calle Cepeda y avenida Juárez, pasando por la Plaza de Armas, lugar donde se encuentra otro acceso en la Juárez y Valdez Carrillo.
Cuenta con 5 accesos: Calle Rodríguez, Calle Cepeda, Calle Valdez Carrillo, Calle Zaragoza y Calle Juan Antonio de la Fuente.
El Canal de la Perla se prolonga, según el plano oficial de Torreón en 1908, a los terrenos que pertenecieron a la empresa del Ferrocarril Internacional, la Compañía Metalúrgica de Torreón y la Compañía Guayulera La Continental, hasta desembocar en la Hacienda La Perla.
En la actualidad, dos avenidas y una calle de Torreón dan seña del paso de este canal: en la parte que corresponde a la Colonia Nueva Aurora, está la avenida La Perla; en la Ampliación Lázaro Cárdenas existe la calle La Perla; en la colonia Santiago Ramírez una avenida se llama Canal de La Perla.
Alrededor de 1895 el tajo fue cavado con fines de irrigación como parte de una extensa red de canales distribuidores de las aguas del río Nazas destinadas a las tierras cultivadas preferentemente con algodón, pero desde su nacimiento lo usaron sus vecinos como descarga de aguas residuales, basura y toda clase de desechos en su recorrido a partir de los primeros tramos urbanizados del sector poniente de Torreón, a la altura del panteón del mismo nombre, hasta su desembocadura en el crucero de la avenida Allende y Múzquiz, donde se construyeron encima fincas para negocios de madera, pintura y brochas.
El canal, por lo tanto, cubría dos funciones: vía fluvial para el riego de los cultivos y cloaca de las aguas residuales ciudadanas, tanto en sus dos extremos como en el centro mismo de la población que le pasó por arriba. Fue una obra hidráulica de menor alcance que el resto de los canales comarcanos pero de presencia destacada en la historia regional, a tal punto que los cronistas lo han tomado como tema central de sus libros sobre el pasado lagunero.
El tajo atestiguó el acelerado crecimiento de Torreón, pero al volverse innecesario lo soterraron en sus tramos al aire libre en los años 50 del siglo pasado y cuando la nueva ciudad comenzó a tomar forma, los pioneros del sistema de irrigación y propietarios de las tierras y sus sembradíos, lo embovedaron con muros y arcos de concreto armado y ladrillo rojo en el techo, solucionando en esa forma las exigencias urbanas de fines del Siglo XIX y principios del XX.
Fueron los mismos particulares los que financiaron la adaptación como lo hicieron con las compuertas de los canales regionales, pues el municipio carecía de dinero para esos fines.
Las azolvadas bóvedas pasaron al olvido, hasta que un fortuito hundimiento en el centro de Torreón las puso al descubierto en el 2003. Antes de ese año muy pocos ciudadanos sabían de su existencia y las mismas autoridades locales que presumieron de su “descubrimiento”, dieron una postura oficiosa porque el canal ya estaba ahí, o sea que se trató más bien de la recuperación casual de lo que ahora es una reliquia museística.
Atravesaba diagonalmente el primitivo trazo urbano y por eso lo amurallaron a su paso subterráneo por la ahora urbe lagunera, el antiguo Casino de la Laguna como referencia.
“La Cubana”. Leyenda del Canal de la Perla
Una leyenda que acompaña a este Canal de la Perla es la de “La Cubana”, la cual cuenta que érase el año de 1906, cuando a la región la azotaba una epidemia conocida como “la viruela negra”. Era tal su magnitud de infestación que los enfermos eran desahuciados y muchas veces eran enterrados vivos para evitar su propagación.
Una mujer, apodada por su origen como “La Cubana”, encantaba a todos aquellos hombres con su belleza, cada vez que la veían en un conocido burdel de la zona Alianza de Torreón. Vendedora de amor y de caricias, fue el deleite de más de uno de los hombres de sociedad en aquella época.
Cuentan que la Cubana era un portento de señora, caracterizada por aquella alegría y pasión de las féminas que se criaron en las aguas del Caribe. Dicen que era una mujer mestiza, de tez morena y cabello rizado. Híbrido de la especie femenina que sabía hacer maleficios y una que otro hechizo de amor. De ojos cautivadores y turgentes y más que prominentes accesorios corporales que la hacían ser amada por los hombres y odiada por las mujeres.
La tragedia llego a la vida de la Cubana cuando la viruela negra la atacó, por lo que ante el temor de ser contagiados, los clientes dejaron de asistir a la casa de mala nota donde las caricias eran expedidas al mejor postor.
La dueña del lugar, mujer perversa y metalizada, optó por sepultar viva a su mejor meretriz. Cuenta la leyenda que su cuerpo en vida fue lanzado al Canal de la Perla para que sus restos mortales no fueran encontrados jamás.
Su ausencia se hizo notar, pero como todo, el tiempo pasó y el recuerdo de tan hermosa mujer se fue borrando. Pero una noche, según se cuenta, a las afueras de la cantina llamada “La Feria”, justo donde las conocidas calandrias esperaban a sus clientes, una mujer vestida de negro con el rostro cubierto subió a una de ellas, solicitando la llevaran al Panteón Municipal número I, ubicado en la colonia Nueva Rosita, alegando que vivía en tal campo santo.
Otros dicen que la han visto vagando por el Canal de la Perla, esperando a ser rescatada, esperando a su siguiente cliente para apresarla con su amor; rezando porque su cuerpo sea encontrado y sepultado, para así obtener el descanso eterno.
Sin embargo, cabe destacar que, en los trabajos de rescate del Canal de la Perla, no se encontraron restos humanos.