Aborto, ¿un tema del que se puede hablar con libertad?

¿Por qué?, es la pregunta que suena y resuena en la cabeza, ¿en qué momento pasó?, ¿por qué me tocó a mí?, ¿cómo fue que esto sucedió?, ¡qué diera porque las cosas hubieran sido distintas!, ¡si tan sólo pudiera regresar un poco el tiempo!, ¡cuánto dolor!, ¡no puedo con esto!, ¿cómo le voy a hacer ahora?, ¡nadie está viviendo lo mismo que yo y no hay nadie que pueda entenderlo!, ¡me quiero morir!…

Dolor, negación, enojo, en pocas palabras, un duelo ha iniciado. Es paradójico que inicie así una vida, con lamentos de pérdida infinita, de lágrimas que parecieran eternas, de muerte de la vida que hasta ese momento llevaba la madre del ser que aún no ha nacido y que ni siquiera tiene consciencia de sí mismo.

El embrión no sabe si es tan solo una o dos células, o en qué momento se ha convertido en feto. Si el corazón ya late o aún no se forma, ¿a quién le importa? Si el ADN humano no pregunta ni considera desintegrarse cuando así se desea, tomando en cuenta que, como especie, los humanos hemos sobrevivido un sin número de catástrofes, desastres naturales, hecatombes, holocaustos, guerras, epidemias, masacres, en fin.

Además de sobrevivir, los seres humanos hemos desarrollado mecanismos de defensa fantásticos, desde lo psíquico, hasta lo espiritual, pasando por lo físico y lo medio ambiental y hemos sido capaces de evolucionar de maneras insospechadas, desarrollando una resiliencia a prueba literalmente de todo, incluso del mismo ser humano.

Hemos sido dueños de la vida y la hemos defendido por instinto, por convicción, por sentido de pertenencia, y las más de las veces hemos utilizado la maravillosa inteligencia que como especie poseemos, también para favorecer el desarrollo del cerebro, llevando este a análisis y estudio minucioso para comprender las razones y forma de nuestro propio origen como de las enfermedades de las que somos víctimas.

Como especie somos grandes, inigualables y poderosos…y como individuos, ¿cómo somos cuando acusamos, condenamos y censuramos a los demás?, ¿es nuestra la razón al sentenciar a una joven o a una mujer adulta que por causas ajenas a nosotros y con las cuales discrepamos, ha decidido quitar la vida al ser que lleva dentro?

Es un hecho que visto desde la perspectiva de defensa de la especie y de la promoción de la salud, debemos defender al no nato, en la etapa de gestación en la que se encuentre, sin importar ni discutir si es apenas un minúsculo conjunto de células, sin embargo, ¿cómo defender y cuidar a la madre, que es incapaz de afrontar una nueva realidad y declarar al mundo entero, que engendra vida aún en contra de su propia voluntad?

Como profesional de la salud mental puedo afirmar que recibir atención psicoterapéutica requiere decisión y perseverancia, así como apoyo por parte de al menos un familiar o amigo cercano, que pueda sostener en términos emocionales y quizá económicos a quien siendo vulnerable y estando debilitado, requiere fortaleza para realizar el proceso terapéutico, y entonces, ¿cómo apoyar a una mujer que se sabe débil, y no puede confesar su nueva condición, -llámese embarazo-, por miedo a ser rechazada, despedida, abandonada, corrida, maltratada, humillada, burlada, insultada, ofendida e incluso ultrajada?

Aceptar incondicionalmente requiere amor, un amor profundo e infinito, digno de sabios y de dioses…y los seres humanos estamos a veces tan lejos de acercarnos a la divinidad, que somos capaces de cometer los más bajos atentados contra la vida y la dignidad del otro, dejando incluso en el ánimo del acusado un escaso deseo de seguir viviendo ante la inminente sentencia dictada por nuestra boca y reafirmada con todo el cuerpo por medio de un lenguaje claro de rechazo y desacuerdo acompañado por la ausencia absoluta de un magnánimo perdón.

Poder expresar nuestra opinión en el tema del aborto es un derecho y una obligación, sin embargo, es también una responsabilidad que debe asumirse con la consciencia de que vivimos en una sociedad que dista de comprender, apoyar, difundir y proteger los derechos humanos más elementales en la vida práctica y cotidiana, aunque se legisla, se publica, debate y discute sobre ellos. Es la sociedad civil: tú que lees, yo que escribo, nosotros que hacemos y trabajamos en el día a día, a quienes nos toca establecer parámetros, organizar asociaciones, fundaciones, institutos, academias, mesas, foros, etc., en los que se promueva una verdadera y activa campaña en pro de una vida digna que abarque tanto a los no nacidos como a quienes formamos parte de la comunidad en la que todos compartimos, incluyendo a violentados, agresores, víctimas y victimarios.

Como sociedad contemporánea en la que, entre otras cosas, las redes sociales exacerban la comunicación, nos toca defenderla y utilizarla para unir a la familia, para expresar lo que sentimos y pensamos en un ambiente seguro, para que las niñas y jóvenes víctimas se perciban protegidas y cuidadas, albergadas en una sociedad que las escucha y responde a sus necesidades y cuestionamientos desde el amor y la defensa de la vida y la salud que como especie hemos preservado.

Religiones, partidos políticos, sociedades y asociaciones civiles, particulares, escuelas, universidades, instituciones gubernamentales, líderes, empresarios y todo tipo de organizaciones humanas, somos responsables de construir una experiencia de vida cuyas etapas sean en verdad vivibles, dejando de confundir el respeto con la apatía, la opinión con la crítica, la denuncia con la censura y el silencio con la empatía, abandonando la zona de confort cuando no nos toca a nosotros la situación de conflicto y dejando de lado prejuicios inútiles que nos dividen y enemistan más allá de ayudarnos a resolver y aceptar al otro incluso con sus defectos y carencias.

La tarea de llevar este tema a mesas de discusión y de construcción de ideas y consecuentes acciones inicia desde el hogar y los ámbitos pequeños, hablando con la pareja, los hijos, los padres, los abuelos, los tíos, los hermanos, los primos, los amigos, así como los compañeros de trabajo, los colegas, etc., para entonces ir sumando voluntades y convicciones en torno a la confianza, la empatía y el amor.

Hablar sobre el aborto puede sonar sencillo, actuar es complejo, fijar una postura… ¿es difícil?, ¿tú qué crees?

Por Aurora Luna Walss

Psicoterapeuta Familiar y de Pareja, Terapeuta de Artes Expresivas, especialista en EMDR, Terapia de Reprocesamiento del Trauma

www.auroralunawalss.com