El año dos mil veinte nos sorprendió con una situación propia de una novela de ciencia ficción; a pesar de los grandes avances tecnológicos, científicos y médicos de la era moderna, el mundo entero se ha visto paralizado por el virus COVID-19.
Ante la pandemia por el COVID-19, quedarse en casa ha sido imperativo para la población en general a lo largo y ancho del planeta. Todos los sectores se han visto afectados teniendo que ajustarse a una nueva manera de desempeñarse desde casa para quienes así ha sido posible. Tal es el caso del sector educativo en México, en donde la comunidad escolar se ha enfrentado a una serie de ajustes que si bien han permitido dar seguimiento al ciclo escolar en curso, también han traído consigo un sinfín de planteamientos, retos, dificultades y logros. De la misma manera, esto ha hecho más visible la marcada desventaja de las instituciones y alumnado del sector público respecto de las instituciones del sector privado ante la falta de recursos e infraestructura.
En primera instancia el personal docente ha requerido de estructurar clases en línea, lo que implicó para muchos de ellos hacer uso de su equipo de cómputo personal, o incluso el de algún miembro de su familia, destinar un espacio de su casa lo más silencioso posible para transmitir sus clases en vivo y, lo más complejo, llevar a cabo su clase usando alguna aplicación de videoconferencias; lo anterior con lo que el coordinar a un número considerable de alumnos conlleva, refiriéndome a un número mayor de 25 en promedio.
Esta experiencia implicó darse a la tarea de conocer el manejo de la aplicación y contender con la guía de los alumnos con la inquietud y novedad propios de la nueva experiencia, con sus respectivos entornos, con las deficiencias o dificultades que ya arrastraban algunos alumnos, con los distractores propios de casa, e incluso con la presión de algunos padres de familia hacia algunos de los alumnos. En fin, toda una experiencia que ha dejado entrever lo complejo, importante y trascendental de la labor docente, así como el muy particular desempeño de cada niño para integrarse al seguimiento de la clase. De igual manera ha marcado una vez más las muy claras diferencias del sector público y privado, siendo que muchos de los alumnos del sector público tuvieron serias dificultades para acceder a un equipo de cómputo, o bien para tener acceso a la red de internet y, en el peor de los casos, han visto truncado el seguimiento del ciclo escolar. Los docentes, además de las clases en línea, han tenido que destinar tiempo a la elaboración de reportes y evaluaciones así como al envío de informes y evidencias a sus superiores y otro poco o mucho de su tiempo a atender las inquietudes personales de algunos padres de familia vía celular. Esta, sin duda, ha sido una experiencia que ha envuelto buenas dosis de estrés y ha requerido de paciencia extraordinaria para dirigir y desarrollar las sesiones de clase que además han sido con un manejo de tiempos limitado en función de la carga de contenidos académicos. Aunado a esto, muchos de los docentes, al igual que muchos otros profesionales, han tenido que compaginar su rol laboral con sus responsabilidades personales compartiendo el entorno con los miembros de su familia.
En lo que respecta a los alumnos, para algunos ha sido una experiencia novedosa, divertida impulsora de nuevos aprendizajes e inquietudes, mientras que para otros ha sido compleja, estresante, desventajosa y causa de continuas reprimendas de alguno de sus padres; y no ha faltado para quienes la experiencia ha sido frustrante y completamente ajena. Sin faltar aquellos para quienes no ha sido posible tener la experiencia de una clase en línea.
Por otra parte, para los padres de familia la experiencia de las clases en línea ha sido demandante, sintiéndose sobrecargados por tener que compartir su equipo de cómputo o celular (que en algunos casos es su herramienta de trabajo) con su hijo o hijos, además de supervisarlos y apoyarlos. Para quienes de manera simultánea han combinado estas tareas con su actividad laboral en modalidad de teletrabajo, especialmente para quienes sus hijos han enfrentado dificultades en el seguimiento de las clases en línea, esta experiencia ha envuelto buena dosis de estrés y desgaste, pues algunos además han tenido que destinar tiempo extra para apoyar y orientar a los niños en la elaboración de las tareas escolares o bien a repasar los contenidos académicos que requieren de mayor explicación aunado a la carga de atender el resto de sus responsabilidades laborales, familiares y personales, con las limitantes que las medidas ante la pandemia han venido generando.
Toda experiencia genera oportunidades de aprendizaje y crecimiento, de tal manera que la pandemia del COVID-19 que enfrentamos ha llevado al sector educativo a vivir una experiencia sin precedentes que si bien nos ha obligado a desarrollar y fortalecer prácticas escolares con mayor uso de la tecnología (pero también con mayores distractores, mayores retos y mayores demandas), nos ha dejado ver una vez más los huecos y deficiencias para establecer áreas de oportunidad tanto en el sector público como en el particular así como en las prácticas, rol y participación de docentes, alumnos y padres de familia para fortalecer y mejorar el proceso enseñanza – aprendizaje.
Tomemos nota de lo aprendido, asumamos nuestra responsabilidad y trabajemos juntos por una enseñanza de calidad.
Escrito por: Chris Martínez
@MartiinezChris https://twitter.com/MartiinezChris