
Inversión en aprendizaje o costos de permanecer statu quo.
El costo del aprendizaje.
“La educación se ha considerado como una forma de producción económica que integra las actividades de un conjunto de factores de producción sobre un período dado de gestación”; Stephen Merrett, economista.
Este enfoque sido compartido y ampliamente puesto en marcha desde la época de Adam Smith, quien en 1776 publicó su más reconocida obra “La riqueza de las naciones”.
Hemos entendido desde entonces que aprender tiene un costo, ya sea que hablemos en términos de tiempo, de recursos económicos, de esfuerzo; estamos condicionados desde que iniciamos nuestra vida académica a ver el aprendizaje como un costo que debemos pagar si queremos permitirnos una vida “mejor o más cómoda” y no hemos sido preparados para observar el aprendizaje como un proceso continuo, como el desarrollo constante de nosotros mismos, para transformar con ello la comunidad en la que nos desenvolvemos.
La UNESCO ha sido muy insistente en publicar, a través de diferentes medios, que “El aprendizaje a lo largo de la vida es una fuente crítica de adaptabilidad, de agilidad para adaptarse y de la resiliencia necesaria para enfrentar los desafíos y las oportunidades”.

La velocidad con la que vemos avanzar cualquier ámbito de nuestra vida nos obliga a estar en constante movimiento, a reinventarnos y a reinventar la forma en la que llevamos a cabo nuestras actividades cotidianas, permanecer en el mismo lugar solo es una ilusión de estatismo.
Según Wikipedia, el término “statu quo”, suele ser una tendencia a resistir el cambio, permanecer estático rechazando los cambios o movimientos en determinadas acciones; y, en muchos momentos de nuestra vida, creemos que quedarse en el mismo lugar ya es un buen lugar, sin considerar lo que ocurre afuera, sin observar las tendencias obligatorias y el movimiento continuo de los demás actores.
Hay quien asegura que, en términos de empresa, el “statu quo” no existe, que permanecer en el mismo lugar equivale a retroceder, y es valioso analizar esta postura: si el mercado se desarrolla, si los consumidores tienen más opciones, si mis competidores modifican sus estrategias, si los productos que se ofertan son más y mejores, si los proveedores obtienen poder, y esto solo considerando las 5 fuerzas que Porter propone como modelo de análisis, valioso será analizar en dónde está la empresa y hacia dónde debemos avanzar con las metas y estrategias definidas.
Sin embargo, para observar un cambio valioso, debemos estar dispuesto a aprender, pero también a desaprender. El no aprender a desarrollar las competencias que se requieran ante situaciones determinadas tiene un costo alto. Revisemos, por ejemplo, los casos de Blockbuster, Kodak, por mencionar dos de los ejemplos más conocidos. No estar dispuestos a “desaprender” para adquirir nuevas habilidades y conocimientos puede conducirnos a mayor velocidad a problemas en la organización.

También debemos dejar de observar el aprendizaje como un “costo”, si no cambiamos la visión que tenemos de este concepto quedándonos en la misma postura desde el siglo 18, más difícil y compleja será la transformación que esperamos ver en cada empresa. En la medida que nos apropiamos del concepto de aprendizaje viéndolo como una inversión, como un medio para desarrollar nuestra propia capacidad creativa e innovadora, como una constante que nos llevará antes o después a la ansiada transformación, entonces podemos entenderlo como un proceso de mejora continua para nosotros mismos.
Cuánto hemos invertido en el desarrollo de nuestras propias competencias y capacidades en el último año, por ejemplo, y cuánta ha sido la inversión en cada miembro de nuestro equipo de trabajo. Hablando en términos monetarios, claro, pero también en el tiempo que dedicamos y ofrecemos para ello.
Sin hablar de lo obligatorio por la ley en México, o de las horas mínimas a cubrir, es imprescindible considerar el aprendizaje como obligatorio en todas las etapas de nuestra vida, con o sin títulos de reconocimientos oficiales. ¿Decidimos por cuenta propia qué saberes o habilidades deseamos desarrollar, o esperamos a que nuestro jefe nos registre en el curso / taller o programa que encuentra como primera opción? Debemos tener un enfoque real, medible, de las necesidades y objetivos a lograr tanto a nivel personal como de negocio, y de ahí realizar la programación en el desarrollo de las competencias que son requisito para lograrlos.

“En 1995, La Mesa Redonda Europea de Industrialistas, decía: aprender a aprender, a adaptarse al cambio y a interpretar una vasta cantidad de información son hoy unas destrezas genéricas que todo mundo debiera adquirir. Los empresarios exigen cada vez más la capacidad para aprender y adquirir nuevas destrezas de forma rápida, y para adaptarse a nuevos retos y nuevas situaciones”. (Longworth, N. 2005, p. 122). Ver la crisis como una oportunidad no es novedad.
El futuro no existe, existen sólo el presente y nuestra forma de actuar en ese presente determinado; el futuro lo construiremos a partir de lo que creamos en el presente, entonces es decisión nuestra cómo se crea ese futuro, cómo codificamos y decodificamos la información que tenemos.
No hay nada absoluto, planeamos el futuro de acuerdo a lo que tenemos de experiencia en el pasado. Nuestro cerebro necesita información para tomar decisiones, entonces, ¿el problema está en qué tipo de información estamos obteniendo o tomando como referencia?

El concepto de inversión en la educación. Merrett, S. Desarrollo Económico. 1966.
https://www.jstor.org/stable/3465773?origin=crossref
Porter, Michael E. Estrategia Competitiva; 2000.