Rusia, Ucrania, redes sociales y nuestra percepción del conflicto.

Rusia, Ucrania, redes sociales y nuestra percepción del conflicto 

           Un video muestra a un soldado a quien se le permite llamar a sus padres, luego de darle agua y pan. El video permite al espectador ver y ser partícipe de un momento, que, de lejos, se nos antoja y se deja ver muy humano, lo suficientemente humano como para engancharnos. Con este y otros videos forjamos, deliberada o inconscientemente, una visión de algo que pasa lejos de nosotros, pero que sentimos inigualablemente cerca derivado de ese sentimiento y visión que nosotros mismos formamos.

           Las redes sociales nos muestran imágenes y/o videos que nos cuentan una historia, un momento, un simple momento, pero que al llegar a nosotros nos llena los huecos de un rompecabezas más grande en donde la objetividad queda de lado. Por ejemplo, retomando el video del soldado, no sabemos qué pasó después: si el soldado fue llevado a una celda respetando todos sus derechos humanos, o, por el contrario, fue puesto en detención en condiciones no humanas además de ser torturado. Tampoco sabemos lo que pasó antes: qué hizo el soldado, si fue deliberadamente a algo que ya conocía y para lo que estaba preparado, o, por el contrario, fue puesto en algo que le era ajeno y para lo que no estaba listo. Tampoco sabemos si lanzó o disparó contra una base militar o un hospital o escuela…

           El punto central de esto es mencionar con base en qué forjamos nuestros puntos de vista sobre algo tan crucial para el orden de las cosas en el mundo como el conflicto entre Rusia y Ucrania. Además de apreciar y tratar de pensar el papel que tienen las redes sociales y cómo éstas, con base en una fragmentación de historias, forjan nuestro pensamiento de algo.

           Nos quedamos con una pieza de un rompecabezas de situaciones muy grandes y con esa pieza buscamos deducir la forma, colores y texturas de las demás, situaciones en las que, por otro lado, etiquetamos de muchas cosas a los bandos en cuestión, categorizándolos en “buenos” y “malos” como si se tratara de una película de superhéroes en donde no hubiera otra salida que no fuesen las explosiones y los finales heroicos con fondo musical romántico.

           Esas piezas que nos dan las redes sociales, sacadas de un contexto y de un sentido pleno, forjan, además de nuestras ideas, nuestro entendimiento de lo que nos rodea, cambiando el sentido de las cosas, pero, sobre todo, minimizándolas hasta parecer un fragmento que acabará en unos minutos o segundos, dejándonos con sed de lo que sigue.

           Un fragmento nos puede llevar a las lágrimas, como algunos de los videos sobre la guerra que encontramos en YouTube, los mismos que terminado el tiempo de reproducción quedan en el olvido hasta encontrar lo que sigue, lo siguiente que nos enganche, los mismos que quedan en el olvido sin nosotros haber profundizado en nada de lo que pasó, en las personas, porque muchas veces los protagonistas de esas historias son personas que ahí salieron, que ahí mostraron su sufrimiento. Un fragmento que se puede mezclar: después de ver un video de la guerra sale uno de Cristian Nodal y Belinda, para dar paso al próximo, el del nuevo equipo de Messi y Cristiano Ronaldo. 

Fragmentos como los del video del soldado, al final, quedan igualados en un sinfín de historias banales que nos engancharon por unos minutos o segundos y en donde la guerra —aquí no está prohibido mencionarla se nos olvida y pasa de largo, esperando que alguien la resuelva, que alguien la solucione, ya sea un gobernante o superhéroe de Marvel del que me entere en otro próximo video…

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