
DR. RAÚL ERNESTO GONZÁLEZ PINTO
Consultor en ESTRATEGIAS DE CAMBIO organizacional y capital humano
“Las personas, los equipos y las organizaciones están llamados a trascender la inteligencia y comprometerse a desarrollar la conciencia.”
Fredy Kofman
No basta con ser capaz. Es obligación del líder de los tiempos presentes, más que nunca, elevarse por encima del pensamiento para entrar en sintonía con su ser emocional y espiritual. Eckhart Tolle, autor de “El poder del ahora” (un bestseller que ha sido traducido a 33 idiomas), plantea que si nos elevamos por encima de nuestro pensamiento, lo volveremos mucho más enfocado y eficaz que antes. “Lo utilizarás principalmente con fines prácticos – apunta este pensador –, pero vivirás ahora en la quietud interior”.
Antes de la pandemia, probablemente no habríamos identificado la armonía interior del líder empresarial como una de sus habilidades supremas. Incluso los más reconocidos investigadores en materia de liderazgo han tradicionalmente fijado la mira en otras direcciones. Por ejemplo, Max de Pree, quien escribió “El liderazgo es un arte”, subraya la capacidad del líder para tomar decisiones que beneficien a otros a futuro. En “Qué hacen los líderes”, John Kotter enfatiza el poder de este para establecer líneas de acción, así como acompasar las tareas y los procedimientos. Y Warren Bennis, autor de una decena de libros de liderazgo, enfatiza el particular talento de los líderes para cristalizar su visión en realidad.
Las virtudes antes mencionadas son, desde luego, valiosas, pero no incluyen un ingrediente esencial: la vigorosa fuerza interior del ser humano. Por fortuna, desde años atrás algunos abrieron camino en este sentido. Es el caso de Kouzes y Posner, quienes en “El desafío del liderazgo” no tuvieron miedo en afirmar: “El líder anima desde el corazón”. Y en “El auténtico norte”, Bill George y Peter Sims nombraron cinco rasgos distintivos de un auténtico líder. A la cabeza de ellos se encontraba: LIDERAR CON EL CORAZÓN.
Ni apapachadores ni emocionalmente asfixiantes
Y conste que cuando estos autores se refieren al corazón del líder, no lo hacen en absoluto en un sentido telenovelesco. Transitan – por el contrario – en el territorio de lo posible cuando se proponen conducir la armonía del ser hacia la dimensión de lo práctico. Fue un maestro espiritual indio quien les señaló el camino: “Siente con tu cabeza, piensa con tu corazón”. Es decir, aprende a sincronizar mente y sentimiento. Sin pensarlo dos veces, Bill George y Peter Sims tomaron la estafeta y corrieron con ella. En “El auténtico norte” nos revela cómo lo hicieron:
El líder auténtico lidera tanto con el corazón como con la cabeza. Es posible que, para algunos, liderar con el corazón suene a debilidad, como si el líder auténtico no pudiese tomar decisiones duras que impliquen dolor y pérdida. Nada más lejos de la realidad. Significa sentir pasión por tu trabajo, compasión por las personas a las que sirves, empatía hacia quienes trabajan contigo y valor para tomar decisiones complicadas.
Peter Drucker, el legendario pensador de la administración de empresas, no lo consideraba así. Con el realismo que lo caracterizó, afirmaba que el liderazgo efectivo se definía, a final de cuentas, por la calidad de los resultados y no por los atributos de la persona. Sin embargo, yo llevaría esta idea aún más lejos: el líder efectivo no solo es capaz de lograr buenos resultados, también lo anima la voluntad de convertirse en una gran persona. Es decir, una habilidad no cancela a la otra.
El líder con el corazón bien puesto no es, pues, un líder apapachador o emocionalmente asfixiante. Es alguien que sabe cómo lograr que su gente se sienta fortalecida por su presencia, sin sentirse obligada a sacrificar su libertad de acción. William Kahn, uno de los primeros teóricos organizacionales en poner sobre la mesa el tema del compromiso laboral (work engagement), bajó el balón de la siguiente manera: “La parte difícil del liderazgo es mantenerse lo suficientemente cerca de otros, para apoyarlos en lo que necesiten, y lo suficientemente lejos para permitirles cumplir con sus responsabilidades.”
Los psicólogos sociales identifican siete tipos de poder social, siendo el más importante el poder referente (referent power). Quien lo posee se distingue por la calidad de las relaciones que cultiva con otros. Este poder se sustenta en rasgos de personalidad y valores de raíces profundas. Hablo de la integridad, la honestidad y la entereza, cualidades que hablan de un líder ampliamente respetado y admirado por sus seguidores.
Alguien que encajó a la perfección en esta categoría fue el recientemente fallecido Jack Welch, el visionario líder que hizo de General Electric una de las empresas más exitosas a nivel mundial. Su filosofía se basaba en el desarrollo del ser interior como prerrequisito del líder, de manera tal que este fuese capaz de llevar a la plenitud el desarrollo de otros. “Cuando te colocan al frente de una empresa – decía –, no es que te pongan una corona en la cabeza, lo que en realidad te conceden es la responsabilidad de hacer relucir lo mejor en otros”.

Empresas iluminadas
Eckhart Tolle expresó en su libro “Una nueva Tierra” su convicción de que en el futuro cercano las empresas tengan un carácter radicalmente distinto: “Algunas de las personas que enriquecen la vida de muchas otras a través de su acción creadora… pueden traer al plano de la manifestación nuevas estructuras sociales o empresariales (empresas iluminadas)”. Esta modalidad de acción formará parte de una ola de poder creador que tocará a innumerables personas, señaladas por un entusiasmo notablemente superior al del individuo promedio.
El éxito que acompañará a la empresa iluminada es distinto al que actualmente conocemos. “El mundo nos dice que el éxito consiste en conseguir aquello que nos proponemos”, apunta Tolle. Sin embargo, triunfar con el propósito de lograr el reconocimiento de otros es un mero espejismo, ya que este se encuentra en función de los resultados que logremos. La modalidad de éxito que animará a la nueva generación de líderes supone un elemento de calidad humana en lo que hacemos, por insignificante que sea. Implica el esmero por hacer las cosas, imbuidos de un sentido de gozo y entusiasmo, y surgido de la autoconciencia. En el citado libro nos invita a abrirnos a un cambio de paradigma:
Digamos que usted es un empresario y al cabo de dos años y luchas y esfuerzos finalmente desarrolla un producto o servicio que se vende bien y produce utilidades. ¿Éxito? Sí, en términos convencionales. Pero la verdad es que fueron dos años de contaminar el cuerpo y la tierra con energía negativa, de mortificar a las personas a su alrededor y de afectar a muchas otras personas a quienes nunca conoció. El supuesto consciente sobre el cual se apoyó todo el esfuerzo es… que el fin justifica los medios. Pero el fin y los medios son uno solo.
Ha pues de evitarse que el éxito empresarial se cifre en la explotación de las personas y la contaminación del planeta. Martin Luther King, el apóstol estadounidense del cambio social, subrayó la importancia de cultivar relaciones de armonía entre los seres humanos. “Cada uno de nosotros está atrapado en una red ineludible de reciprocidad – predicaba –; lo que afecta a un individuo de forma directa, nos afecta a todos de manera indirecta”. En línea con lo anterior, la filósofa española Elsa Punset nos exhorta a unir fuerzas para producir y crear, de forma tal que podamos asegurar nuestro bienestar físico y emocional, y así lograr un impacto positivo en aquellos que nos rodean.
Las teorías de administración vigentes al inicio del siglo XX concebían al trabajador como una eficiente máquina de producción fabril. Cien años después, a pesar de los avances de la psicología laboral, caemos aún en patrones de pensamiento que nos encasillan en identidades mecanicistas. La encarnizada competencia global para dominar los mercados, el sempiterno estrés en el lugar de trabajo, y la falta de compasión y solidaridad, nos han llevado a buscar la eficiencia laboral a toda costa. Como resultado, la empresa se ha convertido en una entidad fallida, asfixiante y enferma.
La espiritualidad en el lugar de trabajo
Si los integrantes de la organización ponen alma y corazón en aquello que hacen, más allá de su fuerza mental o física, abrirán las puertas para la espiritualidad en el lugar de trabajo (workplace spirituality). En los años recientes ha surgido un nuevo enfoque teórico, cuyo propósito es llevar esta posibilidad a la realidad. Kinjerski y Skryonek describen la espiritualidad en el lugar de trabajo como “la experiencia de aquellos empleados que se vigorizan y entusiasman al realizar sus labores”. Si los integrantes de la organización encuentran su razón de ser en el espacio laboral, crecerán como personas a la par de la compañía. Una organización marcada por la espiritualidad estimula la creatividad, favorece la innovación, la sustentabilidad y la transformación personal y colectiva. Sus decisiones estratégicas garantizan el respeto irrestricto de las sociedades y la salud ecológica del planeta.
Por espiritualidad entendemos el desarrollo armónico de la mente, el cuerpo y el alma. De acuerdo con la economista portuguesa Maria Joelle, la espiritualidad en el lugar de trabajo se manifiesta en tres niveles. En el individual, el trabajador le concede un profundo significado a su acción cotidiana, ya que esta se encuentra alineada con sus valores personales; a nivel grupal, se crea un sentido de comunidad en el pleno de la fuerza laboral; en el nivel organizacional, existe un estrecho vínculo entre los valores personales de los empleados y los valores de la organización.
En la siguiente tabla se condensa la manera de sentir de aquellos que forman parte de una empresa iluminada.

Fuente: Maria Joelle y Arnaldo Matos Coelho (2019). “The impact of spirituality at work on workers’ attitudes and individual performance”. The International Journal of Human Resource Management. Traducción: Dr. Raúl González Pinto.
Liderazo espiritual
Un lugar de trabajo espiritual requiere de líderes consagrados al rescate y sustento del lado humano de sus colaboradores. Louis Fry, autor del libro “Liderazgo espiritual en acción”, plantea que este tipo de liderazgo busca desarrollar en los trabajadores “un sentido de bienestar y armonía integral por medio de la apreciación de sí mismos y de los otros”. Un líder espiritual se compromete a promover la autenticidad, la bondad, el júbilo, la compasión, la solidaridad, la humildad, y la pasión por el servicio en todos los niveles de la organización. Stephen Covey, autor del legendario libro “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva” fue un arduo defensor de la espiritualidad en el lugar de trabajo. “Los líderes espirituales – afirmaba – se guían por su vocación de servicio, ya que la razón de ser de las organizaciones es la de servir a las necesidades humanas”.
En su obra “Liderando con sabiduría” (Leading with wisdom), Peter Pruzan reproduce las entrevistas que sostuvo con 31 directivos empresariales de primer nivel, quienes basan su liderazgo en la espiritualidad. Tal es el caso de Janiece Webb, vicepresidenta de Motorola, quien es firme creyente de la idea de que una compañía con alma se rige por la compasión. “Mi trabajo es servir a la gente, por lo que aspiro a lograr las metas organizacionales nutriendo a mis colaboradores. Los animo a creer en sí mismos y a no dejar que el sistema les dicte cómo deben de ser. Les hago ver que el cargo que poseo es tan solo una etiqueta que me fue puesta y les pido que no se dejen impresionar por ella”, revela la entrevistada.
Francisco Roberto Cañada, director de Errepar, S.A., una empresa argentina, indica por su parte que su meta es desarrollar el potencial interior de sus colaboradores y llevar a la práctica los principios y enseñanzas del liderazgo espiritual. “En nuestras juntas – señala –, nos enfocamos en valores como la verdad, las acciones apropiadas, el amor, la paz y la no violencia. Cada persona tiene su propia manera de expresar su espiritualidad y la respetamos”.
Finalizo nombrando las tres modalidades de la conciencia identificadas por Eckhart Tolle en “La nueva Tierra”, las cuales considero indispensables en cualquier líder espiritual que se precie de serlo: el gozo, el entusiasmo y la aceptación. La primera consiste en gozar en la medida de lo posible aquello que hacemos, pues a través del júbilo nos conectamos con el poder creador. La segunda, el entusiasmo, es el gozo que experimentamos cuando nos orientamos hacia una meta o visión que nos motiva. La tercera se refiere a aceptar aquello que debemos de hacer, aunque no lo disfrutemos. Si nos proponemos llevar a la práctica estas tres cualidades, podremos decir, con satisfacción, que hemos aportado nuestro granito de arena para liberar el potencial de nuestra gente y que hemos contribuido a su transformación en mejores personas.

excelente información