
Han transcurrido 12 años desde que el diagnóstico se declaró positivo de cáncer de mama. Efectivamente tenía la enfermedad con un pronóstico del 40% de probabilidades de sobrevivir, en una etapa 3C con metástasis en axila y cuello. El tumor centinela se encontraba en la mama izquierda de 12 centímetros de diámetro y era de tipo inflamatorio, algo parecido a un globo de agua que va creciendo y que solo fue descubierto al endurecerse, por lo cual ya había cubierto por completo el espacio, los otros dos ganglios tenían cuatro y seis centímetros, respectivamente.
Mi padre había sido diagnosticado seis meses antes con cáncer de glándula tiroides, el golpe familiar fue brutal, dos casos en la misma familia no era un panorama alentador; sin embargo, ambos fuimos atendidos en instituciones de primer nivel en la Ciudad de México. En mi caso, el Instituto Nacional de Cancerología (INCAN) me recibió después de presentar estudios poco profesionales de un médico de la iniciativa privada, que tenia su consultorio en el WTC. Recuerdo perfecto su monólogo después de que me pidió que llevara las muestras a un laboratorio y posteriormente me llamó para decirme:
“No sé lo que tienes exactamente, puede ser una tumoración filodes o cáncer de mama, pero para estar seguro te puedo operar en una semana, te quitaré los dos senos y mandaré a patología a revisar los tejidos. Una vez que nos digan qué es, procederemos a tratamiento de quimioterapia o radiaciones de ser necesario. Por supuesto no tienes nada de que preocuparte, te pondré unos implantes increíbles que vienen de Holanda”.
A lo que respondí, después de parar las tres lágrimas que me salieron de los ojos, que no podía creer la frialdad con la que hablaba… ¿Cuánto me costará eso? Yo no soy rica y esta enfermedad es cara, él contestó, preferiría deber un millón de pesos. pero estar con vida.
Sus palabras se quedaron grabadas en mi cerebro, le dije que necesitaba pensarlo y me fui.

El médico ya sabia que era cáncer, es obvio que no entendía los términos de los documentos, para mí era algo nuevo. Después tuve oportunidad de ser ingresada al INCAN, revisaron los estudios que llevaba, diciéndome que eso no servía, que lo tirara todo a la basura.
Me hicieron una biopsia, ultrasonidos, análisis y el resultado fue positivo, tenía una tumoración de tipo inflamatorio, si aquel médico me hubiera operado habría muerto, el cáncer me habría invadido por completo.
Después del diagnóstico sucedieron muchas cosas en mi vida, buenas y malas decisiones, pero al final tengo presente que no tenia las herramientas en ese entonces para ser objetiva y asertiva. Entre al proceso de 16 quimioterapias, lo que hizo que mi cabellera hasta la cintura se callera, al igual que cejas, pestañas, debilitándome día con día sin poder subir una escalera, para ser detenida posteriormente por el cansancio por lapsos de media hora para poder recuperarme. Mi cuerpo se hincho considerablemente, subí de peso 11 kilos en seis meses, después decidieron dar 35 radiaciones, en cuello, axila y mama, mi cuerpo se quemo y la radiación explotó a la número 30, dejando lesiones que me hacían llorar por horas en la cama con mi cuerpo desnudo mientras ponían sábila y caléndula para mitigar el ardor. Al finalizar los tratamientos, llegó la hora de enfrentar la cirugía de mastectomía radical; para esto consulte y probé todo lo que podía de manera alterna a mis tratamientos en el instituto, fui a un lugar llamado el ZENDO en Teotihuacán para tomar acupuntura con el Dr. Sergio López, quien es catedrático e investigador de la UNAM y ha escrito alrededor de 80 libros de diversos temas. Fui cada semana por meses, pero la decisión final era mía, tomar o no la mastectomía, el Dr. Enrique Bargalló, del INCAN y jefe del área de mama, se sentó por una hora conmigo para explicarme con toda la paciencia del mundo porqué debía quitarlo, me dijo, “es como meter la mano a una bolsa de tela donde tenemos pelotas de color negro y solo un par de color blanco, si metemos la mano y tomamos una bola blanca, pero el resto es negro habremos perdido y el cáncer habrá ganado”.
Así que tome la decisión y el 16 de mayo del 2011 obtuve mi cirugía, lo peor estaba por venir, redescubrir mi cuerpo mutilado me llevó al más obscuro momento de mi vida, porque no solo había perdido mi cabello o mi esbelta figura dañada por bulimia desde los 15 años, ni la perdida de uno de mis senos, había perdido mi autoestima y mi valor como persona, que me llevo a 10 años de malas decisiones, que incluyo el soportar durante ese tiempo violencia de pareja, física, mental, pero sobre todo emocional, en pro de que alguien me había “hecho el favor” de quedarse conmigo durante un duro proceso. Algo que se me repitió por años de forma privada; entonces el agradecimiento a que un amigo se quedara en mi vida, para convertirse en una pareja de apoyo durante el cáncer… tuvo un alto precio.

Sin embargo, mi carácter durante 10 años se mostro como si no pasara nada, seis meses después de la mastectomía, el Dr. Erik Santamaría del Hospital Gea González me recibió a petición del Dr. Bargalló, no podía soportar el sobrepeso con mi trastorno alimenticio, la nutrióloga me dijo que hasta dos años después podría tener una cirugía de reconstrucción y que no podría tener implantes por la piel radiada, mi panorama no era bueno, pero el Dr. Santamaría me dijo que estaba lista para la reconstrucción y durante ese proceso me preguntó a qué me dedicaba, tenia muchos tatuajes en el cuerpo algo poco común hace 12 años por increíble que parezca y poco común por ser mujer.
Soy diseñadora gráfica, tengo un estudio de tatuajes, tatúo y trabajo para una revista del mismo rubro respondí. Acto seguido me pidió que hiciera tatuaje reconstructivo, que empezaría conmigo tatuando mi pezón y la areola, a lo que me negué rotundamente pues no pensaba en reconstruir más allá del volumen de la mama.
De alguna forma me convenció y mi socio y mejor amigo, a quien considero más que de mi familia, Berenzain, me ayudó a tatuarlo. Cuando los médicos lo vieron en una reunión todos se quedaron callados y con rostros de sorpresa. El Dr. Santamaría comentó: ¿Así quedará? Yo conteste, sí, ¿Quedó muy mal?, él dijo, quedo increíble, tienes que seguir haciendo eso y ayudarme con las demás pacientes. Al principio rechace la idea, pero la verdad es que lo he hecho por 11 años.
El viaje ha sido largo, durante este tiempo hice una maestría en la Universidad Nacional Autónoma de México, en la Facultad de Artes y Diseño que concluí con una investigación de una metodología de Tatuaje, realice 2 magnas conferencias en la Academia de San Carlos sobre Tatuaje y di clases dos años consecutivos de teoría del Tatuaje basada en mi investigación, lo cual interrumpí después de la muerte de mi padre quien, ocho años después, perdió la batalla de cáncer de garganta al entrar a una cirugía para traqueotomía de la cual no logró salir. Me tocó despedirlo, fui la última en verlo, la última en platicar con él, me ha tocado ser paciente y ser cuidadora de un enfermo, he estado por 11 años trabajando con sobrevivientes y actualmente realizo una investigación sobre el tatuaje dentro de la reconstrucción para una posición doctoral.
Entender que la herida había sido mas profunda y que había sido una enferma de bulimia que me llevo a un cáncer por malos hábitos, entender que el cáncer me había llevado a sentirme como un ser oscuro y feo que debía de esconderse a pesar de dar entrevistas a nivel nacional e internacional, era solo una máscara para mitigar el dolor de la perdida de mi ser. Entender que me quede en una relación por 10 años con alguien que no quería y no me identificaba, solo por agradecimiento, soportando violencia que me hacia sentir peor, entender que fui victima de mi poca consciencia para entrar en adicción de alcohol y tabaco, entender la muerte de mi padre y que 20 años de depresión, me llevarían a enfermar de nuevo hace dos con un conato de biopsia ahora en útero. Entender que todo este tiempo no había caído en cuenta que no había aceptado el cáncer y que no me sentía sobreviviente fue un reto difícil.

El Instituto, los médicos, mi familia, mi mejor amigo, el resto de mis amigos y compañeros de trabajo hicieron el apoyo integral que yo necesitaba para levantarme de nuevo.
Hoy puedo decir “soy sobreviviente de cáncer de mama”, y así lo siento, lo más importante no es mi trabajo como tatuadora, sino la voz que de mí emerge para contar que en una persona puede haber una acumulación de cosas y que la reconstrucción no debe solo ser externa, debemos entender por qué enfermamos y qué debemos hacer para que no se repita. Tener compasión, paciencia y ser amorosos con nosotros mismos será la única forma de lograr el éxito en cada evento de nuestras vidas. Ahora no lo veo como un problema sino como una circunstancia, esperando que este texto le ayude a alguien más, como familiar, amigo, pareja o paciente.
El cáncer no da en octubre, está presente todo el año.