Vitalidad, llave de la salud espiritual

                                                                                                       

Vitalidad, llave de la salud espiritual

POR RAÚL ERNESTO GONZÁLEZ PINTO

“Espero con ansias el arribo del nuevo día.

Por lo general me encuentro atenta y alerta.

La energía que irradio recorre mi espíritu.

Me siento llena de vida y reboso vitalidad.”

Dra. Samantha Boardman, “Everyday vitality”

“Mi nivel de energía es intenso y elevado”. Si tuvieras que describir cómo te has sentido hoy y en los días recientes, ¿qué tanto crees que la frase anterior aplique a tu caso? ¿Mucho, bastante, más o menos, poco, nada? Piénsalo bien, pues tu respuesta será un indicador confiable de tu nivel actual de vitalidad. Si respondiste “mucho” o “bastante”, felicidades, tu salud espiritual –es decir, tu vitalidad– es elevada, lo cual quiere decir que tanto física como psicológicamente te sientes dispuesta o dispuesto a salir de tu zona de confort para salir al encuentro de aquello que te motiva y apasiona. Si respondiste “poco” o “nada”, es hora de lanzar una voz de alarma, pues es posible que te encuentres en el terreno de la depresión.

La frase con la que abro este artículo forma parte de una encuesta sobre bienestar personal que colegas docentes y yo aplicamos, de manera virtual, a varios grupos de estudiantes, profesores y personal de empresas durante el prolongado encierro de la pandemia Covid. Nos interesaba conocer hasta qué punto el aislamiento y los contratiempos asociados con la plaga habían menoscabado el estado de ánimo de estas personas.

Otras frases que formaron parte de la encuesta, y con las que les pedíamos indicarnos qué tanto se identificaban o no con ellas, fueron: “experimento una sensación de paz y tranquilidad en mi persona”, “siento un gran entusiasmo por aprender cosas nuevas”, “me siento sumamente feliz y satisfecho(a)”. Para nuestra sorpresa, la frase que más frontalmente chocaba con el estado de ánimo de todos los grupos encuestados era la referida: “Mi nivel de energía es intenso y elevado”. En otras palabras, si bien sus niveles de felicidad, autoestima y estabilidad emocional no eran del todo críticos, su nivel de vitalidad resultaba alarmante, por lo que llegamos a la conclusión de que muchos de nuestros encuestados se sentían de alguna manera deprimidos. Otros estudios confirman nuestros hallazgos. Entre ellos una investigación coordinada por la Dra. Lilia Mestas, catedrática en neurociencias de la UNAM, en la que se aplicó un cuestionario a 747 personas sobre sus hábitos durante la pandemia, un 37% de las cuales dijeron haberse sentido deprimidas.

Un libro reciente de una experta en el tema nos permite validar nuestros hallazgos. Se trata de “Everyday vitality: Turning stress into strenght” (Vitalidad cotidiana: Cómo transformar el estrés en fortaleza), escrito por Samantha Boardman, profesora de psiquiatría de la Universidad de Cornell, quien afirma de manera contundente: “Lo opuesto a la depresión no es la felicidad sino la vitalidad”.

La frase anterior no solo resulta inesperada, sino que abre todo un mar de posibilidades, las cuales me doy a la tarea de abordar aquí. Para empezar, la Dra. Boardman enfoca los reflectores no en la felicidad, sino en la vitalidad, de la que poco oímos hablar. Si no, pongámonos a pensar: ¿Cuántos libros sobre felicidad puede uno encontrarse en Gandhi o en Sanborns y cuántos sobre vitalidad? (Te confieso que para salir de dudas entré al sitio web de la librería en cuestión, en donde aparecen ¡398! libros sobre felicidad a la venta y apenas unos cuantos sobre vitalidad).

LA VITALIDAD NOS COLOCA EN EL MUNDO SI NOS DECIDIMOS A ACTUAR

La palabra vitalidad alude a la fuerza de vida (del latín ‘vitalis’, referente a la vida). Una persona llena de vitalidad se caracteriza por su elevado nivel de energía, traducido en dinamismo, movilidad, vigor, empuje y ganas de concretar las cosas, a diferencia de quienes contemplan la vida desde la pasividad, la abulia y la apatía.

Se dice que la vitalidad es propia de los jóvenes, quienes rebosan energía. Si bien es cierto que con el paso de los años la vitalidad se ve disminuida, lo cierto es que a cualquier edad deberíamos de conservarla si queremos garantizar nuestra salud y bienestar. “Se suele pensar que la vitalidad es algo con lo que uno nace –puntualiza la Dra. Boardman– pero, en realidad, la generamos de manera deliberada con nuestras acciones; ya sea que uno tenga 20 u 80 años, la vitalidad nos ayuda a sacar el máximo de provecho de cada día”.

Cierto, la pandemia menguó nuestra fuerza vital y nuestras ganas de comernos al mundo. Sin embargo, resultaría un tanto cómodo culparla por completo de la apatía que, como humanidad, desde tiempo atrás nos caracteriza. Porque, ¿Cuántos veían, desde antes de la pandemia, pasar la vida frente a sus ojos sin verdaderamente esforzarse por salir a su encuentro? Boardman apunta sobre el particular: “Desde antes de los tiempos pandémicos, muchas personas se sentían espectadores de sus vidas, cumpliendo las demandas de otros y reprimiendo sus deseos”.

Una de las canciones favoritas de mis tiempos es “Nadie en especial”, de la banda de rock Chac Mool (millennials, ¡favor de consultar con sus padres!). Aludía a una especie de abulia existencial: “No soy nadie en especial… un pasajero en el camión… un poste de la luz… un anuncio de neón… un hombre en la oficina… Pero de alguna manera me las arreglo para existir”. A lo cual respondo, dado el enorme potencial que tenemos, ¿Qué más tendríamos qué hacer para conformarnos con meramente existir?

Recuperemos la salud espiritual mostrándonos activos. Se dice que la vitalidad es una forma de salud espiritual, ya que en la medida en que te sientas física y psicológicamente apto para realizar una tarea, sentirás la confianza interior de poder realizarla. Por lo tanto, la vitalidad se manifestará en acciones deliberadas: “Puedo hacerlo, quiero hacerlo… y lo haré”. En el contexto organizacional, una fuerza de trabajo plena de vitalidad será necesariamente productiva. La Dra. Boardman precisa que a través de las siguientes acciones podrás llevar a la práctica tu vitalidad cotidiana: a) asegúrate de establecer una conexión significativa con quienes te rodean, b) emprende experiencias retadoras, c) pon tu granito de arena para marcar la diferencia.

Como podemos ver, refugiarnos en nuestro mundo interior no es la mejor manera de hacer una diferencia en el mundo, pues finalmente son las acciones, y no las buenas intenciones, las que cuentan. A manera de ejemplo, ¿qué habría pasado si la Madre Teresa de Calcuta se hubiese abocado a ejercer sus votos de pobreza en un claustro apartado en vez de tomar la iniciativa de fundar la orden de las Misioneras de la Caridad, con presencia actual en 133 países? Esto no quiere decir que el remanso de la paz interior carezca de valor. Por supuesto que lo tiene, siempre y cuando nos cuidemos de no darle la espalda a la realidad exterior. “La autorreflexión es necesaria para procesar y aprender de nuestras experiencias –señala Boardman–, pero llevada al exceso nos conduce al sendero del ensimismamiento y las elucubraciones”.

Curar no es lo mismo que sanar. Los profesionales de la salud –pensemos en psiquiatras y psicólogos– resultan de vital importancia en un escenario pospandémico mayormente marcado por la desesperanza. Sin embargo, en su mayor parte fueron básicamente entrenados para aliviar los síntomas de sus pacientes. Lo cual no está nada mal, pero se quedan cortos en materia de sanación espiritual y emocional.

La American Psychiatric Association define a la psiquiatría como una “rama de la medicina enfocada al diagnóstico, tratamiento y prevención de desórdenes mentales, emocionales y conductuales”. Como podemos ver, su énfasis es la atención de las enfermedades. Sin embargo, de ninguna manera se garantiza que los médicos de esta especialidad sean capaces de conducir a sus pacientes a una vida plena y armoniosa, como sería de esperarse. De ahí que un creciente número de los profesionales de la salud se encuentren reconsiderado la naturaleza de sus obligaciones frente a sus pacientes. Dichos profesionistas se agrupan en dos corrientes alternativas: la psicología positiva y la psiquiatría del mismo nombre. La Dra. Samantha Boardman forma parte del último de estos últimos: “En la actualidad me considero una psiquiatra positiva, preocupada de igual manera por promover la positiva salud mental de mis pacientes y resolver sus problemas médicos”. Convencida de que la vitalidad forma parte del bienestar general de las personas, ella ha hecho suya la obligación de facilitarla y promoverla.

El movimiento de la psicología positiva, liderado por Martin Seligman, ha desarrollado marcos conceptuales orientados a estimular la felicidad, el optimismo, la creatividad, la autoestima, la inteligencia emocional, la empatía y la gratitud de las personas. Inspirada en el trabajo de Seligman y sus colegas, la psiquiatría positiva se orienta –de acuerdo con el Dr. Dilip Jeste, del Centro de Envejecimiento Saludable de la Universidad de California en San Diego– a “entender y promover el bienestar a través de intervenciones médicas enfocadas a incrementar el bienestar conductual y mental”.

Un rasgo compartido por los terapeutas y psiquiatras orientados al bienestar personal, y no solo al tratamiento de los síntomas patológicos, es visualizar las aflicciones mentales de una manera positiva. De esta manera, la depresión es vista como “la habilidad de reaccionar a los conflictos desde una emocionalidad profunda”; el miedo a la soledad es entendido como “el deseo de pasar más tiempo con otros”; el alcoholismo se convierte en “la capacidad de conseguir el amor que no se recibe de otros”, y la psicosis es abordada como “la capacidad de vivir en dos mundos diferentes a la vez” (Peseschkian y Remmers, 2020). De esta manera, se busca restablecer la conexión armónica entre lo físico, lo mental, lo emocional y lo espiritual en el ser humano.

CÓMO PUEDES AUMENTAR TU VITALIDAD

Una buena noticia: para incrementar tu vitalidad no necesitas realizar cambios radicales en tu forma de vivir. A decir de la Dra. Boardman, para lograr este propósito no requieres esperar a que el caos a tu alrededor te ponga los pelos de punta: “Soy de la idea de que la vitalidad se cultiva a través de acciones productivas y significativas, tales como llevar una buena conversación, leer un artículo interesante o compartirlo con un amigo”.

Puedes empezar por identificar los llamados “microestresores”, esos pequeños momentos frustrantes que nos acompañan en nuestra vida diaria y que nos “chupan” la energía, ya sea un malentendido con un compañero de trabajo, la ansiedad provocada por la cercanía de una fecha límite, perder un vuelo o hacer una rabieta si la computadora empieza a fallar. En un ensayo publicado en la revista “Harvard Business Review”, Bob Cross identifica tres tipos de microestresores: los que hacen mella en tu capacidad personal (por ejemplo, tener mil cosas qué hacer), los que agotan tus reservas emocionales (p. ej. que una persona cercana te vea con desconfianza) y los que ponen en riesgo tu identidad o valores (digamos que tu jefe te pide que “te brinques” las reglas para ser más efectiva).

Las personas “velcro” y los individuos “teflón”. David Almeida, catedrático de desarrollo humano de la Universidad de Pensilvania, ha ideado una ingeniosa manera de distinguir a quienes que se dejan vencer por los microestresores de aquellos que han aprendido a lidiar exitosamente con ellos. A los primeros los describe como “velcro”, porque todo “se les pega”, y a los segundos, “teflón”, por aquello que de todo “se les resbala”. Almeida le dio seguimiento a un grupo de voluntarios a lo largo de 10 años y descubrió que los “velcro” tienden a desarrollar culpas, guardar resentimientos, y sentirse abrumados por los contratiempos cotidianos, además de presentar complicaciones cardiovasculares y padecimientos mentales con el paso del tiempo. Los “velcro” son también dados al catastrofismo y su tendencia a imaginar los peores escenarios posibles los llena de miedo, ansiedad e irritabilidad, que en ocasiones les ocasionan taquicardia e hiperventilación.

Actividades para tonificar el organismo y reducir el estrés. Un estudio realizado por la Universidad de Harvard permitió identificar una serie de actividades que demostraron su efectividad para fortalecer la vitalidad y reducir los niveles de estrés. Altamente recomendadas son las siguientes: actividades al aire libre, invertir tiempo en pasatiempos y hobbies preferidos, hacer ejercicio de manera regular, pasar más tiempo con mascotas. Otros hábitos recomendables incluyen rezar o meditar, convivir más con familia y amigos, reducir los tiempos destinados a las obligaciones laborales, asegurarse de cumplir con las horas recomendadas de sueño, procurar ayuda profesional y alimentarse de manera sana.

Realizar actividades como las anteriores te permitirá satisfacer una triada de necesidades psicológicas. La primera, autonomía, supone hacerse responsable de tus comportamientos, asegurarte de tomar tus propias decisiones y evitar ser controlado por otros. A decir de la Dra. Boardman, sentirnos autónomos nos protege en contra de la frustración y la falta de satisfacción, nos hace sentirnos proactivos y nos abre la posibilidad de tomar decisiones que reflejen nuestros principios y valores. La segunda necesidad satisfecha con actividades tonificantes es la de sentirnos competentes; es decir, sabernos efectivos frente a los obstáculos y frustraciones. La tercera necesidad es sentirnos relacionados con aquellos que resultan significativos para nosotros.

Cómo ser optimista sin dejar de ser realista. Como hemos visto hasta aquí, la mejor manera de elevar nuestra dosis de vitalidad es mediante acciones que nos sacudan de la inercia de la pasividad. Boardman también sugiere un sencillo método de cuatro pasos, conocido como contraste mental, si queremos aterrizar en acciones concretas nuestros deseos sin quedarnos atrapados en el mundo de la fantasía. El primer paso consiste en imaginar algo importante y significativo que desees, que luego deberás poner en palabras. Por ejemplo: “me gustaría agregar espiritualidad a mi vida”. El segundo paso es visualizar el resultado que quisieras tener cuando se cumpla este deseo y a continuación enunciarlo con palabras. Digamos: “cumplir este deseo me haría hacer sentir como una persona feliz y completa”. El tercer paso es identificar el principal obstáculo para que tu deseo se vuelva realidad. Como en los pasos interiores, enúncialo en una frase: “Me preocupa que mi adicción a las redes sociales ponga en riesgo esto que deseo”. Como paso final, traza un plan para desactivar el obstáculo si este se llegase a presentar: “Media hora antes de mi meditación voy a dejar de mandar wasaps y en su lugar pondré música que me haga sentir en paz”.

Energía vital, armonización de cuerpo y mente. La vitalidad es el punto de encuentro entre un cuerpo y una mente saludables. En la juventud, ambos funcionan al máximo y es cuando nuestra vitalidad encuentra su punto culminante. Inexorablemente, con el paso del tiempo ambos van declinando, de manera tal que al llegar a la mitad de la vida estaremos frente a una encrucijada. Algunos, por default, tomarán el camino de la decrepitud y el deterioro, mientras que otros abrirán la posibilidad de reinventarse para armonizar su cuerpo, mente y espíritu.

De acuerdo con Tripathi y Messias (2020), la edad media temprana se presenta entre los 45 y los 55 años y la tardía entre los 55 y los 65. Es entonces cuando, a decir de estos autores, “se intersectan el declive de la salud física, la velocidad de procesamiento mental y la memoria reciente con el incremento del conocimiento, la sabiduría y la regulación emocional”. Son típicos de esta etapa acontecimientos vitales como los siguientes: pérdida de un ser querido, problemas de salud en la familia, situación económica severa, cambios laborales importantes y cambios de residencia”. Otros factores asociados a esta fase son el crecimiento personal, aprender a manejar la adversidad, un mayor acercamiento espiritual y el afianzamiento del sentido de propósito.

Si bien la vitalidad de los adultos mayores disminuye en un sentido físico, dependerá de cada quien conservar íntegra la salud espiritual al arribar a dicha edad. De esta manera, cuando llegue el momento estaremos en condición de disfrutar la experiencia cumbre de nuestras vidas, caracterizada –en palabras de la Dra. Boardman– por “una actitud altruista, el conocimiento receptivo y humilde, la habilidad de conectar mejor con otros y la capacidad de ver el mundo como un lugar bello y bueno a pesar de los conflictos y el sufrimiento”.

SALUD ESPIRITUAL PARA TODOS

Todos podemos aspirar a manifestar nuestra vitalidad a plenitud si seguimos estos sencillos consejos del Dr. Mark Famador, catedrático de la Universidad Drexel: a) escucha la sabiduría de tu cuerpo, expresada a través de señales de comodidad e incomodidad, b) vive el momento presente, pues es el único que tienes, c) renuncia a tu necesidad de buscar la aprobación de los demás, d) cuando te veas a ti misma reaccionar con enojo, sin importar la circunstancia date cuenta que la lucha es solamente contigo, e) ten la certeza de que el mundo “de allá afuera” refleja tu realidad de “aquí dentro”, ya que tu manera de reaccionar ante otros –ya sea con amor u odio– es una mera proyección de tu mundo interior, f) no cargues resentimientos; en cada ocasión que perdones se acrecentará tu amor propio, g) alimenta tu cuerpo y mente con alimentos y experiencias que nutran tu espíritu, h) sustituye las conductas surgidas del miedo por acciones impulsadas por el amor, i) date cuenta de que el mundo físico es únicamente un espejo de la inteligencia profunda, que acomoda la totalidad de la materia y la energía.

Puesto que una porción de esta inteligencia reside en tu interior, tú formas parte del poder organizador del cosmos. Vivir en la pureza y el equilibrio es, en verdad, un bien supremo que te ha sido obsequiado.

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