
NIÑOS DE HOY…ADULTOS DEL MAÑANA
Los adultos somos el resultado de la formación y educación que recibimos al interior de nuestras familias, de la instrucción académica que recibimos en las instituciones escolares a las que asistimos y del cúmulo de experiencias a las que tenemos acceso a lo largo de nuestra vida en los diferentes ámbitos en los que interactuamos. Sin embargo, es durante los primeros años de vida cuando desarrollamos nuestros primeros apegos y nuestro carácter, de tal forma que es la etapa de la primera infancia determinante en la formación de cada individuo. Es importante tener presente que, además de ser sociales, los seres humanos somos seres afectivos y que las emociones y vivencias interfieren en nuestra salud mental y emocional.
Con el pasar de los años hemos sido testigos de cómo las generaciones van cambiando, influenciados por factores cada vez más diversos, dando paso a un nuevo modelo social cada vez más inmaduro y adverso.
Es innegable la responsabilidad de las personas involucradas en el proceso de crianza de un menor, por lo que resulta importantísimo hacer un alto y darnos el tiempo de cuestionarnos no sólo qué estamos enseñando a nuestros niños, sino qué ejemplo les estamos dando. ¿Qué valores practicamos al interior de nuestra familia? ¿Qué nivel de comunicación hemos establecido y cómo abordamos las diferencias de opinión y los desacuerdos? ¿Qué clase de límites y consecuencias hemos fijado a los niños? ¿Cómo los involucramos en las tareas y responsabilidades del hogar? ¿Qué derechos y obligaciones tienen como miembros de la familia? ¿Cuál es el uso de tiempo en familia y de los ratos de ocio y esparcimiento? ¿Qué nivel de compromiso escolar hemos promovido? ¿Quiénes son y cómo atendemos y respetamos a las figuras de autoridad? ¿Cómo tratamos al prójimo, llámese vecino, prestador de servicios, amistades, etc.? Esta y muchas otras preguntas que quizá ya ustedes se estén planteando pueden ayudarnos a revisar qué clase de niños estamos formando.
Después de revisar y analizar las respuestas a las preguntas anteriores, sería importante una pregunta aún más destacable: ¿Serán los niños de hoy adultos que el día de mañana harán de esta una sociedad mejor? Debo reconocer que lo que yo observo me da un poco de incertidumbre, por no decir miedo, y es que como profesional de la educación tengo oportunidad de interactuar con muchos niños y me doy cuenta de las fortalezas y carencias que distinguen a las nuevas generaciones no solo académicamente, sino también social y afectivamente. Gratamente celebro el acceso de los niños a una amplia variedad de recursos que les permiten aprender un sin número de cosas, pero percibo también las marcadas desventajas que llegan a tener los niños de ciertos niveles socioeconómicos en relación con otros y no menos preocupante las inquietudes, prioridades, valores y visión del futuro que están caracterizando a los niños de hoy. Niños demandantes, con poca tolerancia a la frustración, acostumbrados a la inmediatez y al mediano o poco esfuerzo, con prácticas poco saludables en sus horas de sueño y hábitos alimenticios decadentes, atrapados en el uso y/o abuso de la tecnología.

Resalto que esta es una visión personal que aunque quizá no sea del todo favorable, es producto de mi experiencia interactuando con niños en el ámbito educativo no solo en México, sino también en EEUU y Francia; que si bien puede no coincidir con la percepción que usted tenga respecto de este tema, habrá quien coincidan conmigo y —como yo— piensen que esta es la realidad de una considerable parte de la población infantil, por lo que tenemos una importante tarea como adultos y agentes de cambio y responsables de la niñez de hoy.
Los adultos de hoy somos pieza clave, por lo que es importante revisar y analizar lo que estamos promoviendo en las futuras generaciones; pues si bien es cierto que no hay una escuela en donde se nos enseñe a ser padres, sí podemos definir qué clase de individuos queremos formar, determinar cómo lograr ese objetivo y poner en práctica las acciones necesarias para inspirarlos y lograr ese importante objetivo de formar individuos sanos e inteligentes. Estableciendo como padres de familia un plan de acción flexible, pero apegado a los valores y al desarrollo armónico, saludable, amoroso y equilibrado que nos lleve a formar niños que vivan su infancia con respeto y responsabilidad, desarrollándose académicamente, reconociéndose autónomos y capaces de identificar los límites saludables para su beneficio y seguridad, así como las prácticas saludables para su persona, habremos de tener confianza en que los adultos del futuro harán de esta una sociedad más amable, segura, saludable, justa y desarrollada.
¡Hagamos entonces lo que nos toca a cada uno desde nuestra trinchera, formando una red de fortalecimiento para que nuestros niños de hoy sean esos adultos prometedores de un buen mañana!