
Experiencias adversas en la infancia = huellas traumáticas en el adulto
“Poder sentirse seguro con otras personas es probablemente el aspecto más importante de la salud mental; las conexiones seguras son fundamentales para una vida significativa y satisfactoria”.
Bessel van der Kolk.
Psiquiatra, investigador, escritor y terapeuta holandés.
Como psicoterapeuta orientada a la prevención y tratamiento del trauma uso en mi consulta una herramienta conocida como cuestionario ACE’s, cuyas siglas en idioma inglés significan “Adverse Childhood Experiences”, que traducido a nuestro idioma significa “Experiencias Adversas en la Infancia”, EAI. Este cuestionario comprende el apoyo para diagnosticar el estrés y trauma y puede ser utilizado tanto para niños como para adolescentes y adultos, por supuesto, en versiones correspondientes a cada grupo de edad. Anoto que cuando se aplica a niños son los padres o tutores quienes dan respuesta a los cuestionamientos, teniendo en mente al niño al que se evalúa.
Las Experiencias Adversas en la Infancia son experiencias perjudiciales, crónicas o recurrentes, angustiantes, con efectos acumulativos, con diferente gravedad y consecuencias para la salud.
En el cuestionario ACE’s o EAI’s evaluamos bajo el criterio de otorgar un punto a aquellas respuestas positivas relacionadas a cuestiones como abandono, negligencia, maltrato físico o psicológico, abuso sexual, violencia intrafamiliar, separación o divorcio de los padres, enfermedad mental o encarcelamiento de un miembro de la familia, adicciones y abuso de sustancias. Estos temas se asocian al desarrollo de enfermedades como cáncer, diabetes, ansiedad y depresión, estrés post traumático, enfermedades gastrointestinales y cardíacas, entre otras, así como al tabaquismo, alcoholismo y adicciones.
Cada día este cuestionario se consolida más como apoyo en la detección de causas que originan fallas en la comunicación y expresión verbal y emocional, en la adaptación al entono, irritabilidad, agresividad, violencia, abuso de sustancias, etc., y que a su vez desencadenan en malas relaciones interpersonales, pérdida de trabajo, deficiencia en la consecución de objetivos, sentimientos de incomprensión y soledad, así como intentos de suicidio.
Las EAI refieren a una constelación de eventos negativos relacionados entre sí y a la falta de recursos individuales, familiares o ambientales para enfrentarlos en forma satisfactoria, volviéndose potencialmente traumáticos.
En el niño, las EAI se expresan en consecuencias desfavorables en el desarrollo físico, la salud en general y la educación. Cada niño es diferente y por tanto cada una de estas tres áreas se verá afectada de una manera distinta en un infante y en otro. A continuación, puedes ver una tabla que ejemplifica algunas de las consecuencias de las EAI en niños pequeños:
Impacto de las Experiencias Adversas en la Infancia en niños de 0 a 5 años

Al sufrir experiencias adversas en la infancia y, por tanto, al favorecer el trauma, la persona pierde su capacidad de percibirse a sí misma de una manera segura y confiada, por lo que tiene reacciones que van desde luchar, hasta congelarse o huir ante circunstancias que percibe amenazantes y que pueden ser reales o imaginarias. De esta manera se genera ansiedad, inseguridad, miedo o simplemente no es posible adaptarse a la vida y sus circunstancias de la misma manera en que lo hacen las personas saludables.
¿Cómo saber si las experiencias adversas en la infancia y los traumas han sido superadas?
Los síntomas son aquellas emociones, pensamientos y conductas que manifiestan el trauma y que cada persona experimenta de manera particular. Entre los síntomas más comunes se encuentran:
· Sentirse ansioso sin motivo aparente.
· Tener miedo y estar constantemente en estado de alerta.
· Sentirse triste y desganado de manera constante, o que se haya diagnosticado distimia o depresión severa.
· Pérdida del habla sin causas fisiológicas aparentes.
· Aislarse y no buscar ayuda por sentirse desesperanzado.
· Reaccionar violenta o agresivamente ante situaciones de la vida cotidiana.
· Dificultad para establecer relaciones con otras personas.
· Sufrir dolores de cabeza, estomacales, en el pecho o en el cuerpo sin razones fisiológicas.
· Tener pesadillas constantes, no poder dormir o dormir en exceso.
· Tener pensamientos invasivos relacionados a uno o más eventos traumáticos.
· No poder realizar las actividades de la vida cotidiana porque las emociones o los pensamientos no lo permiten.

En términos generales, el trauma impide a una persona “sentirse bien”, “estar en paz”, y activa un estado de alarma que pareciera no ceder a pesar de cambiar de actividad, pensar en otra cosa o “echarle ganas” a la vida.
Muchas veces los eventos traumáticos sucedieron hace tiempo, pero la persona sigue sufriendo por eso como si hubiera pasado algo grave recientemente, esto ocasiona sentirse incomprendido y aislado, así como no poder hablar de lo que se siente por temor a ser juzgado.
Como adultos, es responsabilidad personal el proveernos con lo necesario para nuestro sustento físico, familiar y laboral, sin embargo, también es importante la toma de conciencia en cuanto a la necesidad de descanso, distracción, nutrición y relajación, que favorezcan el desarrollo de experiencias positivas en las que nos involucremos, permitiendo nuevas memorias, nuevas relaciones interpersonales, mejora y cambio de hábitos, creación y establecimiento de nuevos espacios de desarrollo y crecimiento personal, introspección y autoconocimiento.
En el tratamiento del trauma la psicotraumatología involucra la inclusión de los recursos físicos, emocionales, psicológicos y espirituales de cada persona, poniendo en juego todo el cuerpo y no solamente el habla, como sucede en la terapia tradicional. De esta forma el movimiento en la terapia y la inclusión de estímulos visuales, sonoros, táctiles y olfativos, facilitan la toma de consciencia y la desensibilización y reprocesamiento de los eventos traumáticos con el propósito de superar los síntomas y adquirir aprendizaje, conocimiento y experiencia que ayuden a conformar una vida mucho mejor.
Este año, al que podríamos considerar el “Año 2 D.P.” o “año dos, después de la pandemia”, tengamos la esperanza de vivir una vida plena, llena de experiencias ricas en alegría, unión, solidaridad y creatividad; invito a cada adulto a revisar el camino que ha andado, a darnos cuenta de que siempre hay una nueva oportunidad para que el tiempo que nos falta por vivir esté lleno de realización personal, de logros, afecto, crecimiento, servicio y trascendencia.
Sabemos que la infancia es una etapa trascendental en la vida de un ser humano y que favorecer una vida feliz y segura en un niño es promover la salud, adaptación y éxito en la edad adulta, sin embargo, hay mucho por hacer para que, además de prevenir cuidando y protegiendo a los menores, quienes somos adultos nos concienticemos de la importancia de acercarnos a conocer y, en su caso, sanar, cuidar y proteger al llamado “niño interior” que todos albergamos.
La terapia es una forma creativa de encontrar lo que buscas dentro de ti o descubrir lo que requieres resolver para seguir adelante. Hacer terapia siempre será una alternativa para empezar el cumplimiento de los propósitos de cambio, en donde el autocuidado y el tratamiento de aquello que pareciera ser una costumbre incómoda y habitual sean el marco desde donde se inicie el despegue de tu vida hacia un viaje de alcance de cada uno de tus sueños.

Aurora Luna Walss
Psicoterapeuta Familiar y de Pareja, especialista en prevención y tratamiento del trauma.
Referencia bibliográfica:
VEGA-ARCE, M. y NUNEZ-ULLOA, G..Experiencias Adversas en la Infancia: Revisión de su impacto en niños de 0 a 5 años. Enferm. univ [online]. 2017, vol.14, n.2, pp.124-130. ISSN 2395-8421. https://doi.org/10.1016/j.reu.2017.02.004.