
¿Analfabetismo digital?
Diana González
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Los cambios en el entorno desencadenan respuestas que debemos dar conforme suceden los acontecimientos; dejamos atrás la época en la que se requería un espacio físico para socializar y damos cabida a un momento en el que el espacio digital toma protagonismo, para encontramos en los lugares más inesperados algo por aprender invitándonos a superar los propios límites.
El ritual casi sagrado que hemos seguido en relación al aprendizaje —este protocolo de llegar puntual al salón, tomar asiento, pasar lista y atender mudos y estáticos lo que el profesor dicta— queda atrás por completo. Se desdibujan las barreras espacio-temporales y abrimos la puerta a un mundo de posibilidades no imaginadas, eliminando las brechas de género, edad, raza, lugar geográfico en el que nos encontremos, y otras tantas.
Sin embargo, existe desde hace décadas un desencuentro entre las necesidades de los sectores productivos y la oferta académica de nivel superior, a esto hay que añadir la lista de competencias que se exigen en todos y cada uno de los sectores laborales de los que tengamos conocimiento, habilidades que debieran darnos acceso a un trabajo que permita vivir dignamente, y claro desarrollarse profesionalmente.

Encontrar sentido al autocrecimiento y el desarrollo personal no es tarea sencilla y particularmente los adultos tenemos, en no pocos casos, una especie de rechazo a la formación continua, dejando para generaciones más jóvenes la difícil tarea de “sacar adelante” una nación o una comunidad en particular.
“La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), ha señalado en diversos documentos que gran parte de la solución de los problemas de empleo a largo plazo tienen que ver con el desarrollo de tres capacidades básicas; la capacidad de innovación, la capacidad de adaptación y la capacidad de aprendizaje”. Al referirnos a la capacidad de innovación hablamos de la imaginación y la creatividad de los individuos, la empresa y la sociedad en su conjunto. La capacidad de adaptación se refiere a la adecuación rápida de los cambios. Y, por último, la capacidad de aprendizaje significa asumirlo como un proceso continuo y sistemático para poder desarrollar sus capacidades de innovación y adaptación.
De acuerdo con la OCDE, estas tres capacidades son las que permitirán, además de elevar la competitividad y productividad, generar las condiciones para el desarrollo y ampliación del nivel de vida de la población (OCDE, 2010).
Por otro lado, la crisis sanitaria nos ha obligado a migrar rápidamente los formatos educativos, formativos y laborales al mundo digital, y quien esté esperando a “volver a la normalidad” o a lo que tuvimos antes de la pandemia espera en vano; esta migración era ya un fenómeno que veníamos trabajando a pasos lentos, con obstáculos por superar, con muchas desigualdades aún por reducir, pero que durante la crisis se aceleraron los procesos de adopción y adaptación, ahora nos queda acabar de adaptarnos y adoptarlos a nuestras necesidades y recursos.

Entre las muchas carencias que hemos visto está la falta de capacitación en general sobre el uso adecuado de las tecnologías digitales. Hoy en día es urgente replantear los programas y planes de estudio hacia el desarrollo de competencias digitales en todos los niveles, y hablo de niños usando tecnologías para el aprendizaje hasta personas que seguimos activas laboralmente y que continuamos aprendiendo día con día. La brecha digital es, pues, un tema central que está estancado en la expectativa del desarrollo mexicano. Existe una relación entre la economía digital y la estructura laboral a nivel local y que ella puede ayudar a explicar los alcances y límites de la aportación de las TIC al desarrollo, acentuando la importancia de la alfabetización digital en todos los niveles y en todas las etapas de desarrollo.
La velocidad y calidad de la adaptación de cada sociedad a esta nueva fase de la revolución tecnológica es un factor del desarrollo para América Latina (CEPAL, 2016). “Tradicionalmente se ha considerado la alfabetización como un conjunto de competencias relacionadas con la lectura, la escritura y la aritmética aplicadas en un contexto determinado. El mundo digital exige nuevas capacidades de un nivel superior, que se añaden a las competencias básicas”, precisó la Sra. Irina Bokova, Directora General de la UNESCO. La evolución del concepto de alfabetización que estamos presenciando es en sí mismo una evolución de las exigencias que van desde las competencias básicas en lectoescritura hasta la capacidad de entender, participar y utilizar de modo crítico los servicios electrónicos.
Es imposible negar que muchos de los servicios que adquirimos actualmente están marcados por internet, de acuerdo a datos de The Competitive Intelligence Unit (The CIU), en 2019, la tasa de crecimiento de las inversiones en telecomunicaciones fue de 26.2%, con ello antes o después cada organización deberá ajustar sus sistemas productivos a las nuevas estrategias que incorporan tecnología, pero ¿Cómo hacer para que nuestros colaboradores adopten estos sistemas sin colapsar en el intento? ¿Como preparar a el activo más valioso para que la migración sea orgánica y así aprovechar todas las bondades que la tecnología digital ofrece, reduciendo el impacto negativo y las barreras que se pueden crear? ¿Estamos realmente preparados como organización para incluir a todos los colaboradores en dicho trayecto?
