
Aprendamos a nombrar las emociones POR RAÚL ERNESTO GONZÁLEZ PINTO
“Si utilizamos las palabras correctas para describir emociones específicas, se incrementará nuestra capacidad de identificar dichas emociones en otros, así como la de reconocer y gestionar las nuestras cuando las estemos sintiendo”.
–Brené Brown, en “Atlas of the heart”
Más seguido de lo que quisiéramos luchamos por encontrar las palabras que reflejen adecuadamente cómo nos sentimos en un momento determinado: “No sé, estoy… como triste, desanimada… Haz de cuenta como si tuviera una especie de nostalgia… una sensación de que algo está fuera de lugar; la verdad, no estoy tan segura”. Como comenté en una colaboración anterior, a los 12 meses, la mayoría de los niños poseen un vocabulario de tres o cuatro palabras y son capaces de comprender de 30 a 40. Sin embargo, en ningún momento se nos enseña el lenguaje de las emociones. Ver https://talentoempresarialmagazine.com/2021/05/06/un-viaje-al-misterioso-pais-de-las-emociones/ Cierto es que los adultos vamos incrementando, al paso de los años, nuestro nivel de inteligencia emocional entendida como el reconocimiento de nuestros sentimientos y emociones. No obstante, nuestro vocabulario emocional sigue siendo sumamente limitado ya que rara vez va más allá de las emociones básicas: tristeza, enojo, alegría…Y párale de contar.
DESHOJAR LA MARGARITA DE LOS SENTIMIENTOS Uno de los libros más extraordinarios que he leído es “Atlas of the Heart” (“Atlas del Corazón”, editado en 2021, aún no disponible en español). En este fascinante texto, la Dra. Brené Brown defiende la idea de que todos deberíamos aprender a nombrar de manera precisa nuestras emociones, sensaciones y estados de ánimo. Brown, quien es profesora de la Universidad de Houston y ostenta un doctorado en trabajo social, afirma que si no disponemos de un vocabulario amplio para hablar de aquello que sentimos y experimentamos, nuestra habilidad para compartirlo con otros se verá severamente limitada. Reconoce, a manera de ejemplo, que ella misma confundía celos con envidia. “Como la mayoría de las personas —admite en el mencionado texto—, no me gusta decir que siento envidia, aun cuando la esté sintiendo, así que decía, a manera de halago, ‘¡Me siento tan celosa [de lo bien que lo estás haciendo]!’” Nos hace ver, sin embargo, que sentir celos y tener envidia son cosas enteramente diferentes, ya que la primera tiene que ver con al miedo a que una relación se encuentre en riesgo y la segunda a desear algo de lo que carezco y que la otra persona tiene. Con el propósito de mejorar la calidad de nuestro lenguaje emocional, Brown se dio a la tarea de hacer un listado de todas las emociones que le fuera posible identificar. Para ello, realizó una encuesta vía internet, en la que lanzó la siguiente pregunta: ¿cuáles son las emociones que afloran con más frecuencia y cuáles son aquellas a las que la gente le resulta más difícil nombrar? En las respuestas proporcionadas por los 66,625 encuestados, estos nombraron 150 distintas. Acto seguido, acudió a un grupo de psicoterapeutas experimentados quienes seleccionaron las 87 que, a su juicio, consideraban esenciales en sus labores de sanación. Son estas 87 emociones y maneras de sentir las que Brown incluye en la citada obra. En lo que a mí respecta, he hecho una selección de aquellas que me parecieron más significativas. Si bien yo recomendaría leer su libro para familiarizarse con todas, habrá que tener en cuenta que las traducciones de cada uno de estos términos son las mías, pues —como ya mencioné— no ha salido aún la versión en español del libro. Te invito, pues, a que, al leer cada una de las descripciones siguientes, te preguntes en qué momentos de tu vida te has sentido así para que la siguiente vez que algo similar suceda puedas nombrar la emoción haciendo uso del vocabulario correcto, optimizando de esta manera tu inteligencia emocional.

ESTRESADOS Y ABRUMADOS
Encontrarse estresado. De acuerdo con la Dra. Brown, decimos que nos sentimos estresados cuando la cantidad o complejidad de cosas por hacer rebasa nuestra capacidad de hacerlas. Esto se da cuando nos escuchamos diciendo: “Si tan solo el día tuviera más de 24 horas…” o “Sólo clonándome podría darme abasto con mis múltiples obligaciones”. La consecuente falta de control nos llevará a sentirnos saturados y, por ende, empezaremos a dudar de nuestra capacidad de salir exitosos. Baste agregar que se ha demostrado ampliamente que los altos niveles de estrés se encuentran asociados a estados de insomnio, inflamación, envejecimiento prematuro y, en general, un deterioro de la salud. Sentirse abrumado. Los niveles extremos de estrés nos llevan a sentirnos incapaces de seguir funcionando, tanto física como emocionalmente. Cuando nos encontramos abrumados, experimentamos una sensación de agobio ante el cúmulo de esfuerzos y sufrimientos. ¿La solución? Aprendamos a tomar las cosas con calma.
¿ANSIEDAD O VULNERABILIDAD?
Ansiedad. Surge de la incertidumbre con respecto a un futuro que nos sentimos incapaces de controlar. Piensa, por ejemplo, en la ansiedad experimentada cuando te encuentras a la espera de los resultados de un examen de laboratorio ordenado por el médico, por rutinario que este sea. Dicha sensación puede originarnos una presión arterial elevada. Vulnerabilidad. Es una emoción surgida de experiencias difíciles que nos hacen sentir débiles e impotentes. Kristin Neff, autora del libro “Sé amable contigo mismo”, afirma que en dichas circunstancias nuestro yo interior se desnuda y, por ende, resulta desgastante la posibilidad de que otros nos juzguen. Recomienda que, en vez de preocuparnos por la aprobación de los demás, nos centremos en nuestras propias necesidades emocionales. Brené Brown coincide con Neff, si bien argumenta que no necesariamente la vulnerabilidad es síntoma de debilidad. En “El poder de ser vulnerable” señala, por ejemplo, que la vulnerabilidad nos ayuda a ver hacia nuestro interior.

COMPARARTE CON OTROS, ADMIRACIÓN, ENVIDIA, CELOS Y RESENTIMIENTO
Compararte con otros. Si bien no es una emoción como tal, medirnos con el rasero de otros no es en absoluto deseable. Si te comparas con alguien a quien percibes como superior, corres el riesgo de desmoralizarte ante aquello de lo que careces. Y si te comparas “hacia abajo”, puedes caer en la vanidad y la arrogancia. Como dice el poema “Desiderata”, de Max Ehrmann, “si te comparas con otros, te volverás vano y amargado”. Admiración. Es la emoción sentida ante alguien o algo que nos llena de inspiración y que nos impulsa a ser mejores individuos. Envidia. Surge cuando codiciamos algo que el otro posee. Por lo general se debe a que la otra persona: a) es más popular o atractiva que yo, b) es más capaz o inteligente, c) es más poderosa o exitosa. Celos. Es una evaluación cognitiva que aparece cuando tememos perder una relación amorosa, familiar, de amistad o de trabajo, y que puede conducirnos al enojo, la tristeza o el miedo. Resentimiento. Brené Brown lo define así: “Sentimiento de frustración, juicio, enojo o envidia disimulada relacionado con una percepción de deslealtad o injusticia”. Suele aparecer cuando nuestras necesidades o expectativas dejan de cumplirse debido a situaciones fuera de nuestro control.
ABURRIMIENTO, DECEPCIÓN, FRUSTRACIÓN, RESIGNACIÓN Y ARREPENTIMIENTO
Aburrimiento. Se llama así al estado de incomodidad que sentimos cuando deseamos gozar de una actividad que nos resulte satisfactoria, pero que somos incapaces de experimentar o tener. Cuando esto sucede, el tiempo parece transcurrir más lentamente de lo que quisiéramos. La Dra. Brown precisa que el aburrimiento no es necesariamente negativo si nos impulsa a visualizar aquello que desearíamos crear o tener. Decepción. Nos sentimos decepcionados cuando dejamos de cumplir nuestras expectativas sobre una determinada situación, acontecimiento o persona. Frustración. La frustración es una respuesta emocional similar a la decepción. Me siento frustrado cuando algo que está fuera de mi control me impide disfrutar el resultado que hubiese deseado, y dicha contrariedad me puede llevar a agredir a aquel que me hace sentir así. Resignación. La resignación llega cuando he perdido el entusiasmo y la confianza de lograr aquello que deseo, y mi falta de motivación me impide luchar por aquello que anhelaba. Arrepentimiento. La decepción y el arrepentimiento aparecen cuando el resultado de un acontecimiento no es lo que yo esperaba, solo que en el caso del arrepentimiento atribuyo dicho resultado a mis propias decisiones y acciones. Para decirlo de otra manera, es una decepción salpicada de culpa. El arrepentimiento es positivo si me impulsa a un cambio de conducta que me lleve a superar la situación no deseada.
DIVERSIÓN, IRONÍA Y SARCASMO
Diversión. La diversión es una manera de pasar el tiempo en forma entretenida. Difiere de la felicidad en que esta última es un placer genérico, mientras que la diversión es un tipo de humor focalizado y momentáneo. Ejemplo: “A Fernanda se le ve sumamente divertida platicando con Juan”. Ironía. Es una forma de comunicación en la que el significado literal de una palabra no solo es diferente, sino opuesto al del mensaje emitido. Digamos que es un día miserable y lluvioso, y cuando alguien en la calle exclama “¡Qué mañana tan agradable!”, todos nos soltamos riendo. Sarcasmo. Es similar a la ironía, solo que la intención de este es criticar, ridiculizar o hacer escarnio de una tercera persona. Ejemplo: Cuando una chica le dice a otra “¡Ese vestido te queda tan, pero tan bien, amiga!”, en tono de burla. Se podría decir que, aunque una persona sarcástica tal vez parezca ingeniosa, corre sin duda el riesgo de quedarse con pocos amigos.

ANGUSTIA, DESOLACIÓN, AFLICCIÓN Y TRISTEZA
Angustia. Es una vorágine casi insoportable de asombro, incredulidad e impotencia. El asombro y la incredulidad son causa de sorpresa, y el sentido de impotencia es su resultado indeseable. A manera de anécdota, hace muchos años asistí a una reunión con mis antiguos compañeros de generación para celebrar el décimo aniversario de habernos graduado de la universidad. Esto fue antes de las redes sociales, así que había tenido muy poco contacto con la mayoría de ellos. Dos de mis compañeros (llamémosles Rosita y Juancho), se habían casado poco tiempo después de que nos recibimos. Al vislumbrar a Rosita entre aquellos con quienes me acababa de reencontrar, me sorprendí de no ver a su esposo por ningún lado, ante lo cual le pregunté: “¿Y dónde está Juancho?” Como respuesta, Rosita se echó a llorar desconsoladamente. Al ver mi cara de sorpresa, una de mis compañeras me dijo quedamente al oído: “Juancho murió hace poco”. Había bastado un instante para que mi involuntaria imprudencia sumiera a Rosita en un inesperado estado de angustia. Apenadísimo, sentía que la tierra me tragaba. Desolación. La desolación es la combinación de acontecimientos negativos en la vida de una persona con su inhabilidad para cambiar las circunstancias que la llevaron a ello: “Tras los repetidos reveses, Artemio se sintió desolado”. Aflicción. Es un estado de abatimiento y tristeza ante la pérdida de alguien o algo. Robert Neimeyer, un profesor de psicología, refiere que en medio de su dolor la persona afligida intenta recoger y pegar los pedazos rotos que la han llevado a su pérdida. La Dra. Brown señala que la aflicción se encuentra conformada por tres componentes: a) sentir una pérdida, b) intentar concederle algún tipo de sentido a lo sucedido, c) sentirse perdidos, tanto social como emocionalmente. Tristeza. Es el dolor emocional experimentado ante una situación insatisfactoria, el cual nos conduce a un estado circunstancial de pesimismo. Ejemplo: Sentir tristeza ante la enfermedad de una persona cercana. La tristeza profunda puede transformarse en aflicción.
COMPASIÓN, EMPATÍA Y LÁSTIMA
Compasión. Es el sentimiento de tristeza que nos produce ver padecer a alguien, y que nos impulsa a intentar evitar o aliviar su dolor o sufrimiento. Brené Brown la define así: “La compasión es la práctica cotidiana de reconocer y aceptar una humanidad compartida, la cual nos mueve a tratarnos, a nosotros y a otros, con bondad amorosa, y nos impulsa a confrontar el sufrimiento”. Para los budistas, sentir compasión es valorar los sentimientos para liberarnos del sufrimiento. Empatía. Habilidad emocional que nos lleva a entender y reflejar lo que otros experimentan. Fortalece nuestros vínculos con nuestros semejantes; favorece la sintonía emocional con ellos, así como el comportamiento altruista; nos ayuda también a entender cómo somos percibidos por los demás. Lástima. La lástima no solo es diferente a la compasión, sino que es prácticamente lo opuesto. Si la compasión nos lleva a sentir el sufrimiento del otro, la lástima marca una clara separación entre ambos. Cuando decimos “pobre del otro, me siento mal por él”, contemplamos su sufrimiento desde la lejanía (como decimos coloquialmente, “le tenemos lástima”). En cambio, cuando ejercemos la compasión, unimos nuestro dolor con el de la otra persona (“sufro contigo, compañero”), de manera tal que se convierte en un dolor compartido. Para Brown, la lástima es contemplar al caído “desde arriba”, sin hacer el menor esfuerzo por acudir en su ayuda. CULPA,
HUMILLACIÓN Y VERGÜENZA
Culpa. Es la emoción que experimentamos cuando sentimos que nos quedamos cortos ante nuestras propias expectativas o estándares. Podemos, por ejemplo, sentirnos culpables de haberle causado un daño al otro. Al sabernos en el error, se apunta en “Atlas del corazón”, nos sentimos indignos de la misericordia. “Soy un estúpido”, nos repetimos una y otra vez, incapaces de salir de la conmiseración por nosotros. Humillación. Dícese del intenso sentimiento de dolor surgido de la idea de que hemos sido ridiculizados o degradados por terceras personas. En consecuencia, sentimos que nuestra identidad se ve disminuida y devaluada. Si la sensación de culpa va dirigida en contra de nosotros mismos, cuando nos sentimos humillados responsabilizamos a otros de hacer evidentes nuestras fallas. La humillación conduce a la violencia porque denigra al prójimo. En esta era de las redes sociales, semejante deshumanización se vuelve pública, al grado tal que los defensores de los derechos humanos consideran la humillación como una forma de tortura pasiva. Vergüenza. Es la efímera sensación de incomodidad ante un incidente penoso protagonizado por mí, y del que otros han sido testigos. Una vez superada la sensación incómoda, en ocasiones recurrimos al sentido del humor cuando nos referimos al bochornoso episodio. ENOJO, DESPRECIO Y ODIOEnojo. Vito Sgobba, mi inolvidable maestro de coaching, solía decirles a sus discípulos que el enojo aparece cuando nos vemos afectados por algo que sucedió y que no debería haber sucedido. Ejemplo: Cuando nos esmeramos por escoger un regalo por el que ni siquiera se nos dan las gracias. Al surgir el enojo, sentimos que quien ocasionó el agravio debería emprender una acción correctiva para reparar el daño (en este caso, reconocer su descuido, aunque sea de manera tardía). Desprecio. En su ensayo “El ominoso rol del desprecio en las relaciones abusivas” (2022), Jenny Dubay plantea que el desprecio es propio de aquellos que son incapaces de perdonar las ofensas que les son causadas por otros, sin importar que estas sean reales, imaginadas o evidentemente exageradas. Hacerse las víctimas es un mero pretexto para dar rienda suelta a su resentimiento a través del insulto, la burla, la deshonra y otras formas de abuso emocional y psicológico. Odio. De acuerdo con Robert Sternberg, profesor de la Universidad de Yale, el odio es una combinación de emociones negativas, entre ellas la repulsión, el enojo, el miedo y el desprecio. El odio se dirige a menudo hacia individuos o grupos percibidos como diferentes (por ejemplo, el de los racistas hacia aquellos que perciben como inferiores, aunque ni siquiera los conozcan en persona).

AMOR, CONFIANZA, MOSTRARSE OFENDIDO
Amor. En “Atlas del corazón”, se define al amor como una conexión espiritual profunda que se nutre de la confianza, el respeto, la bondad y el afecto. Para darlo, es menester primero cultivarlo en nuestro interior, pues no se puede dar lo que no se tiene. Para Santo Tomás de Aquino, el amor empieza donde el conocimiento termina. Confianza. La confianza no es propiamente una emoción, sino una evaluación cognitiva que me lleva a poner en manos del otro algo que atesoro como valioso. La desconfianza surge cuando la otra persona, lejos de responder a mis expectativas, pone en riesgo aquello que le había encomendado. Mostrarse ofendido. Puesto que los mexicanos solemos esmerarnos en rodear de atenciones a otros, nos sentimos particularmente ofendidos cuando alguien lastima – ya por desdén o por descuido – nuestros sentimientos, sobre todo si consideramos al ofensor como alguien a quien estimamos cercano. Dependiendo de la intensidad del dolor, aquel o aquella que se siente ofendida puede experimentar un rango de emociones que van desde la tristeza hasta el enojo.
GRATITUD, FELICIDAD Y JÚBILO
Gratitud. En una publicación de la Universidad de Harvard, la gratitud es definida como el sentimiento de aprecio mostrado por aquello que se valora como bueno, y que se recibe de la naturaleza, de un poder superior o de otros. Los investigadores de la psicología positiva asocian gratitud con felicidad, puesto que la primera nos ayuda a experimentar emociones que repercuten favorablemente en nuestro estado de salud y bienestar (https://www.health.harvard.edu/healthbeat/giving-thanks-can-make-you-happier).
Felicidad. Para Mahatma Gandhi, la felicidad surge cuando lo que piensas, dices y haces se encuentran en armonía. Por su parte, el Dr. Hugo Sánchez Castillo, catedrático de la Facultad de Psicología de la UNAM, define esta emoción como “la sensación de creer y tener esperanza en el futuro; sentir que las cosas están bien y que marchan de manera positiva”. Júbilo. El júbilo es un estado de alegría intensa, capaz de movernos al llanto. Carlos Santana, admirado virtuoso de la guitarra, conecta con nuestros sentimientos más profundos cuando toca su instrumento con la excelsitud que le es propia. Afirma que si sientes júbilo dentro de tu corazón eres capaz de sanar tu alma y la de tus semejantes. De ahí, como he argumentado a lo largo del presente artículo, la importancia de saber reconocer y nombrar las emociones.